América Latina
Desequilibrio, la visión de un cubano
De ninguna manera Castro podrá ser absuelto por la historia. No afirmo esto por el único hecho de estar hablando desde la acera de sus acérrimos detractores, sino, sencillamente, porque la justicia y la razón no deben correr el riesgo de absolver a caudillos enfermos por sus persistentes delirios de grandeza. En primer lugar, sean […]

De ninguna manera Castro podrá ser absuelto por la historia. No afirmo esto por el único hecho de estar hablando desde la acera de sus acérrimos detractores, sino, sencillamente, porque la justicia y la razón no deben correr el riesgo de absolver a caudillos enfermos por sus persistentes delirios de grandeza.

En primer lugar, sean cuáles hayan sido sus méritos personales ¿qué fue lo que justificó que este hombre haya secuestrado el poder político en Cuba para estarlo dirigiendo aún desde la cama, a sus ochenta y dos años y con una enfermedad irreversible, después de casi cinco décadas de haber gobernardo la isla a la manera de un cuartel?

¿Qué fue lo que justificó que este señor haya puesto en una ocasión al planeta al borde de una guerra nuclear (crisis caribeña de los misiles de 1962) en la cual Cuba, precisamente, hubiese sido el primer objetivo en desaparecer junto con su pueblo?. ¿Es qué acaso Castro se adueñó del poder para incrementar sus agravios seudorevolucionarios por medio de sus continuas batallas ideológicas?. De nada sirvió entonces que los cubanos saliéramos de ese bien conocido general, y mestizo, llamado Fulgencio Batista.

¿Qué ganamos entonces con quitarnos de encima a una dictadura de economía próspera, que llegó incluso a conservar intacto nuestro ancestral nacionalismo, para caer en manos de un pertinaz guerrillero que ha conducido, al aniquilamiento, a todo aquel que ha pretendido interponerse entre los férreos caminos de su fraguada revolución universal?

Para catalogar, con ánimo de sinceridad, estos cincuenta años de dominio Castrista en la isla, hay que tratar de ser lo más objetivo que se pueda y echar a un lado el odio y las diferencias doctrinales. Al comparar la Cuba de 1958 con la actual casi todos se van a los terrenos de la educación, la salud pública y la economía, sin tener en cuenta otros aspectos, de vital importancia para la sociedad, que también han sido vulnerados durante la oscura etapa comunista.Por ejemplo ¿quién habla de las familias cubanas y su descomposición por factores ideológicos? ¿Antes de que llegara Castro al poder se notaba en la nación tanto odio entre los propios miembros de los grupos familiares?.

¿Antes de 1958 se veían en el país tantos divorcios entre los jóvenes, tantos choques generacionales en los hogares y, a la vez, se observaba ese gran número de padrastros por familias que existen hoy?. ¿Había tanto deterioro en el aspecto moral, tanta vulgaridad en los individuos, tantos chismes y descréditos unidos a esa inmensa cantidad de profesionales dedicándose a la prostitución como apreciamos en la actualidad?. La respuesta, sencillamente, es NO.

Las muy populares escuelas en el campo sirvieron para que los niños, apenas cumpliendo los doce años de edad, estuvieran lejos de sus hogares, del control de sus padres, y quedaran bajo la costudia de unos profesores que muchas veces se iban– o se van– a la cama con sus propias alumnas que no pasan de ser menores. Bien pronto comenzó a notarse que estos recónditos centros, lejos de constituirse en santuarios de educación, nobleza y correcto comportamiento ético, se convirtieron en una dinámica y experimental categoría de nuevos prostíbulos rurales. Lo dice, con conocimiento de causa, alguien que estuvo becado en ellos desde el séptimo grado.

En la Cuba de hoy, para ser sincero, prácticamente no queda una familia que, de una u otra forma, no se haya visto desgajada, desarticulada, producto de la manipulación del castrismo.

Conocí en mi pueblo a “revolucionarios” y miembros del Partido Comunista a los que la seguridad del estado les dio a escoger entre su supuesta lealtad a la revolución, o, pasarse a las filas del enemigo por el único hecho de seguir apoyando y relacionándose con un hermano, o un primo, que disentía, pacífica y abiertamente, del sistema. Ahora bien, preguntémonos con franqueza ¿Se pueden aceptar estos tipos de adoctrinamiento dentro de una sociedad honrada que se haya propuesto una clara misión de humanidad?. Estoy convencido que no, en primer lugar los monopolios caudillistas carecen de todo concepto de humanismo, en ellos sólo prevalecen con exaltación y renovada validez los discursos mediatizados de sus líderes.

Si hiciéramos un ligero análisis de la personalidad de Fidel Castro sin mucho esfuerzo llegaríamos a la conclusión de que éste y Rafael Leonidas Trujillo, han sido bastante parecidos a hermanos gemelos. Mujeriegos, amantes de placeres, altivos, arrogantes, cabilderos, tercos, egocéntricos y, desde luego, seguiríamos con una cadena de etcéteras que desbordaría un volumen ensayístico de más de 300 páginas ilustradas. A la hora de enfocar o visualizar los logros del proceso político cubano debemos preguntarnos, antes que nada: ¿cuáles fueron los propósitos que se escondieron tras la imposición de sus medidas tan radicales?¿cuáles han sido en realidad los beneficios que han traído las mismas? ¿Mejoró realmente el pueblo con los cambios políticos implementados o estos sólo han servido para sostener, de cierta manera, la distorsionada imagen de un hecho histórico que se vio secretamente torcido desde su misma raíz?.

Cualquier individuo medianamente analítico se podría hacer además otra pregunta: ¿De qué ha valido que el Castrismo haya llevado a sus aulas universitarias a más de un millón de personas, si muchas de ellas, después de graduadas, no encuentran nunca un trabajo afín con su especialidad y son puestas a realizar funciones que nada tienen que ver con sus perfiles?

En Cuba es bastante común encontrarse el fenómeno de que un ingeniero industrial esté dirigiendo una granja avícola ,o que un ingeniero agrónomo se desempeñe como administrador de una pizzería. Parece ser que estos aspectos se han manejado por las autoridades con mucho recelo para evitar que puedan estropear la buena impresión causada a nivel internacional, aunque, en el fondo, todo realmente continúa sosteniéndose en el vacío. ¿De qué le ha valido al Castrismo el haber llevado a un millón de personas a sus aulas universitarias, cuando una gran mayoría de esos profesionales no dudan, muchas veces, en llegar a prostituirse ante el abominable hecho de observar que una simple chiquilla (la que apenas cuenta con conocimientos de un noveno grado) al juntarse con un turista español comienza a vestir, a calzar y alimentarse mucho mejor que ellos?. Es muy duro ver que después de tanto quemarse las pestañas una muchachita cualquiera disfrute de unos bienes que ellos, los universitarios, no pueden ni soñar en adquirir dentro de la Cuba Fidelista.

Desde mi punto de vista, y, que conste he tratado de ser lo más objetivo posible, estos cincuenta años de Fidelismo no han hecho otra cosa que prostituir de manera insospechada a la sociedad cubana (cuando hablo de prostituir no solamente me refiero a la acción de una entrega por dinero sino, en general, a todos los tipos de actuaciones indecorosas).

Posiblemente sea esta la primera ocasión en la historia moderna donde alcancemos a notar, que los mismos que asisten a ese errado proceso caribeño que se autocalifica de evolutivo, miren aterrados, en silencio, que en las propias entrañas del sistema, como algo muy propio y natural, se advierta el hecho lamentable de que la mitad de los jóvenes que corren tras turistas extranjeros, con clarísimos propósitos de obtener beneficios materiales, sean muchas veces egresados de alguna universidad.

Claro, yo estoy viviendo en el Canadá, una potencia económica y liberal del primer mundo donde no se conoce un panorama tan horrible como el que acabo de narrar. Por ello entiendo, perfectamente, que al apretar el hambre en la isla, a muchos ni les interese abordar un tema tan complejo como el de la moral. Por esta sencilla razón mis críticas no van dirigidas a mis compatriotas jóvenes sino a las teatralizaciones ideologizadas del Castrismo que son las que provocan, a fin de cuentas, estos bochornosos comportamientos.

Sin ser gurú, desde hace algún tiempo me ronda una premonición: cuando una sociedad pierde su rostro original y verdadero como consecuencias del pánico, de ese miedo perenne que la ha arrastrado hasta adquirir la fea costumbre de actuar siempre por debajo de la mesa, por detrás del telón, algo muy serio y pernicioso puede estar aguardando por sus inquilinos a la vuelta de la esquina.

Lázaro Rosa
Licenciado en Historia