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Sudáfrica 2010, el Mundial de Mandela y los anónimos defensores de la libertad
Este viernes 11 de junio comenzará una nueva versión de la Copa del Mundo de fútbol, uno de los eventos más esperados en todo el planeta y que es el fiel reflejo del nivel de popularidad alcanzado por este deporte.  Y en algo  inédito, la decimonovena edición del campeonato tendrá lugar en África, continente de […]

Este viernes 11 de junio comenzará una nueva versión de la Copa del Mundo de fútbol, uno de los eventos más esperados en todo el planeta y que es el fiel reflejo del nivel de popularidad alcanzado por este deporte.  Y en algo  inédito, la decimonovena edición del campeonato tendrá lugar en África, continente de menor tradición e historia futbolística y que muchas veces genera dudas respecto a su capacidad organizativa.  Entonces, la pregunta cae por sí sola.  ¿Cómo se puede explicar que tierras africanas albergaran un torneo como este?

La primera Copa del Mundo se disputó en 1930, pero recién en el Mundial de 1934 debutó un equipo africano (Egipto).  En aquel entonces, no había clasificatorias y los seleccionados que participaban lo hacían merced a una invitación.  Es así que Egipto fue el único país de África que estuvo presente en este tipo de torneos hasta 1970.

A partir de aquel año, el continente africano fue admitido en forma regular en los mundiales y es por eso que para la Copa del Mundo de Méjico ’70 se llevó a cabo la primera fase previa de esta región.  Tras una estrecha definición, Marruecos superó a Nigeria y Sudán, convirtiéndose en el primer equipo  de África en obtener su clasificación en cancha.

Desde entonces, comenzó el historial africano en estos campeonatos.  El primer punto lo obtuvo el elenco marroquí en 1970, mientras que Zaire tuvo la peor campaña en la historia de África en 1974 y Túnez, en 1978, consiguió el primer triunfo de un equipo africano.  En 1982, Camerún terminó invicto la fase inicial (algo inédito), en tanto que en 1986 Marruecos ganó su grupo y se convirtió en la primera escuadra africana en avanzar a la segunda ronda.

De ahí en más, lo de África dejaría de ser sorpresa.  Camerún y Senegal serían cuartofinalistas en 1990 y 2002, respectivamente, mientras que en las Copas del Mundo de 1994, 1998 y 2006 siempre habría al menos un representativo africano en la segunda ronda.

Así fue que para el Mundial de Estados Unidos 1994 se produjo la primera postulación oficial de África como organizador de un mundial, aunque sin buenos resultados.  Tras frustrados intentos para los eventos de 1998 y 2006, este último con una gran polémica, la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) decidió que el Mundial de 2010 fuese en África y sólo recibió candidaturas de aquel continente. Marruecos y Sudáfrica fueron los principales aspirantes, pero finalmente se impuso el proyecto sudafricano.

Y así, en algo histórico, África conseguía su primera Copa del Mundo.  Era un tremendo desafío y con la gran responsabilidad de responder a la confianza entregada por Joseph Blatter, presidente de la FIFA.

Década de los 90, momento en el cual fútbol y política se unen

En paralelo a la efervescencia que provocaba el Mundial de Italia ’90, un hecho de gran relevancia mundial tenía lugar en tierras sudafricanas.  Tras 27 años de injusta prisión, Nelson Mandela era liberado por Frederick De Klerk, presidente interino de Sudáfrica, luego que el mandatario Pieter Botha tuviese graves problemas de salud y debiese abandonar el cargo.

A partir de entonces, se inauguraría un proceso de grandes complicaciones, pero de una enorme magia.  Una vez en libertad, Mandela empezó a tener una activa vida política a través del Congreso Nacional Africano (ANC), partido al cual pertenecía y con cuyo apoyo se convertiría, en 1994, en el primer presidente democráticamente elegido de Sudáfrica.

Sin embargo, a pesar de la gran alegría que le significaba llegar al poder de su país, Nelson Mandela entendía que el pueblo sudafricano estaba absolutamente dividido debido a las rencillas y desconfianzas raciales, algo que se había producido durante las largas décadas del nefasto Apartheid.  Entonces, el nuevo mandatario de Sudáfrica inició su lucha contra esta sociedad de dos polos y buscó fórmulas para concretar una verdadera reconciliación nacional.

Más allá que el Apartheid fuese desmantelado entre 1990 y 1992, lo cual quedó de manifiesto con las elecciones de 1994, Nelson Mandela sabía que se necesitaba una medida de alto impacto entre el pueblo sudafricano.  Es así que tras vivir la experiencia del Mundial de Rugby de 1995 –en el cual Sudáfrica obtuvo el título- se dio cuenta que el deporte era la instancia ideal para promover los valores de una sociedad sin prejuicios y donde todos pudiesen convivir con respeto.

A partir de este hecho, Mandela inició el camino hacia la Copa del Mundo de fútbol, algo que reconfirmó al ver los efectos sociales tras la Copa Africana de Naciones ganada por Sudáfrica en 1996.   Entonces, y tras dejar el poder en 1999, el líder africano siguió trabajando activamente en la campaña para darle a su país el honor de organizar el principal evento mundial de este deporte.

Así fue que el 15 de mayo de 2004, Joseph Blatter anunciaba el triunfo de Sudáfrica, África y la igualdad.  Por primera vez en la historia, una Copa del Mundo se organizaría en tierras africanas.  El octogenario Nelson Mandela, presente en la ceremonia, celebró con mucha emoción y alzó el trofeo en señal de haber conseguido el sueño africano.

«No existe mejor símbolo de la humanidad de África que su persona y lo que representa. Confiamos en que la Copa Mundial de la FIFA contribuya al legado que usted deseaba para su país», le diría Blatter a Mandela.

No tiene dueño, pero sí un padre

Tomando en consideración la historia, cabe preguntarse si este mundial es uno más o si tiene algo diferente.  Ciertamente, cada Copa del Mundo tiene sus particularidades, pero en este caso se trata de algo especial, porque no se exagera si alguien establece que este campeonato tiene nombre y apellido, es decir, Nelson Mandela.

Puede sonar falto de respeto hacia muchas personas que tuvieron, tienen y tendrán una gran influencia en todo este proceso (como el destacado Frederick De Klerk, otro de los artífices del fin del Apartheid), pero hay dos hechos que permiten destacar la figura del ex presidente sudafricano y activo defensor de la igualdad racial y los derechos de la población negra.

Primero, sin su protesta -iniciada en los años sesenta- y su estoicismo, la lucha contra el Apartheid difícilmente podría haber llegado a un desenlace como el que finalmente tuvo.  A Mandela se le considera el padre del nuevo sistema político-social sudafricano y eso no es algo menor.  Sus hechos lo avalan.

Segundo, una vez en el poder, mantuvo su postura de generar una sociedad más unida y respetuosa, dejando atrás las odiosidades raciales.  Y así fue que apostó a la organización de un mundial de fútbol.  Tanto así, que una vez que dejó la presidencia de la nación siguió muy ligado a este proyecto.

Es por esto que más allá que la Copa del Mundo de Sudáfrica sea un triunfo para África, este hito tiene como fundador, líder, responsable y padre a Nelson Mandela, un hombre que ha vivido para ver a su pueblo unido y libre.

Ahora, vendrá lo más difícil, que es demostrar que los grandes problemas sudafricanos -los altos índices de criminalidad, el SIDA, la mala distribución de los recursos y la violencia racial de ciertos grupos- no mermarán el correcto desarrollo del Mundial de Sudáfrica 2010.

Pero eso es historia de otro cuento.  El de Mandela ya ha sido escrito.  Y sin manchas. Por eso, disfrútelo Nelson.

El Mundial de Sudáfrica es suyo.

Raimundo Gregoire Delaunoy
raimundo.gregoire@periodismointernacional.cl
@Ratopado