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Mauritania y la demostración de un fallido proceso democrático

Fecha 9/10/2009 por Raimundo Gregoire Delaunoy

En marzo de 2007,  la victoria de Sidi Ould Cheikh Abdallahi, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, ponía fin a décadas de gobiernos autoritarios y, al mismo tiempo, daba comienzo a una nueva etapa en la débil e incipiente institucionalización democrática de la República Islámica de Mauritania.  Lamentablemente, dos años y medio después de aquel histórico hecho, todo quedó en nada y las esperanzas de un camino sin retorno hacia la estabilidad social, política y económica parecen estar perdidas.  Los golpistas se tomaron el poder y luego obtuvieron la victoria en los comicios presidenciales de julio pasado.  Ante esta situación, no queda otra que preguntarse qué es lo que falló en este proceso.

 Raimundo Gregoire Delaunoy | 9 de octubre, 2009

Fotografía: AFP

Fotografía: AFP

La respuesta puede parecer compleja, pero, finalmente, no lo es tanto.  Claro, todo dependerá del prisma con el cual se analice y observe el cúmulo de acontecimientos sucedidos en la realidad política y social mauritana durante los últimos años, pero se podría decir que hay dos grandes temas de gran peso a la hora de establecer ciertas conclusiones o de elaborar juicios categóricos.

Tratándose de un asunto netamente interno, la lógica obliga a pensar que todas las variables involucradas en este proceso político, social y económico –puede parecer reiterativo mencionarlo, pero esto no tiene que ver sólo con uno de los tres factores nombrados- deberían tener una matriz en el pueblo mauritano.  Sin embargo, los hechos demuestran que aquello no es así y, desafortunadamente, una serie de agentes externos han tenido y, casi son seguridad, tendrán un importante rol en la vida de la aún joven República Islámica de Mauritania.

Así las cosas, a la hora de intentar entender el fracaso del proceso de lenta democratización en Mauritania, aparecen dos grandes ejes.  Primero, la injerencia de las potencias extranjeras (principalmente, Estados Unidos y la Unión Europea) y del actual líder libio y presidente de la Unión Africana (UA), Muammar al Gadaffi.  Segundo, la historia y actualidad político-social de la República Islámica de Mauritania.

Los hechos ya son conocidos.  Desde las elecciones presidenciales de marzo de 2007, la política mauritana vivió momentos de zozobras, disputas y dudas.  Así fue que en mayo de 2008 renunció el primer ministro de Mauritania, Zeine Ould Zeidan, siendo reemplazado por Yahya Ould Ahmed El Waghf.  Pero este último tampoco duró mucho en el cargo, pues en julio del mismo año presentó su dimisión.  Este hecho se produjo ante una moción de censura en su contra y que había sido ideada por el Pacto Nacional por la Democracia y el Desarrollo (PNDD).  El motivo de esta acusación radicaba en la cada vez mayor pobreza del país, el estancamiento económico y la supuesta corrupción en ciertas cuentas del estado.  Sin embargo, el entonces presidente de Mauritania, Sidi Ould Cheikh Abdallahi, rechazó la renuncia de su primer ministro y éste fue reintegrado.

Así se llegó a agosto de 2008 y, específicamente, al día seis de aquel mes.  En aquella fecha, el coronel Mohammed Abdel Aziz lideró un golpe de estado militar, que abruptamente puso fin al gobierno democrático, legal y legítimo de Sidi Ould Cheikh Abdallahi.  El principal motivo fue la destitución de la plana mayor del Ejército, algo que causó gran molestia en Mohammed Ould Abdelaziz, jefe de la guardia presidencial.   A partir de entonces, la junta militar creó el Alto Consejo de Estado, el cual era liderado por Abdelaziz.  Unos días más tarde, Mulay Ould Mohammed Laghdaf sería nombrado primer ministro de la República Islámica de Mauritania.  Mientras, Sidi Ould Cheikh Abdallahi y Yahya Ould Ahmed El Waghf fueron aprisionados y se les impidió salir del país.

Ante esta situación, las reacciones de la “comunidad internacional” no se hicieron esperar.  La Unión Europea, Rusia, Estados Unidos, la Organización de Naciones Unidas, la Unión Africana y la Comunidad Económica de Estados de África Occidental expresaron el repudio ante los lamentables sucesos.  Más tarde, la Liga Árabe se sumaría a este mensaje.  Otros organismos, como la Organización de la Conferencia Islámica y la Unión del Magreb Árabe fueron más cautos y aunque declararon sentirse preocupados por la situación, no elaboraron grandes juicios al golpe de estado militar.

Y después de los hechos, ¿qué?

Lamentablemente, lo que parecía ser una gran condena a nivel mundial comenzó a desvanecerse con una tibieza que realmente asombra.  Así como los juicios fueron muy categóricos durante agosto y septiembre de 2008, con el tiempo se fue apagando la luz de aquellos mensajes.

Una demostración de esto último es el relativo aislamiento al cual fue sometida la junta militar.  Estados Unidos y la Unión Europea mantuvieron su amenaza de congelar las ayudas económicas, pero no adoptaron un rol tan preponderante como el que tuvieron en otros conflictos africanos como, por ejemplo, Sudán o República Democrática del Congo.  Peor aún, la República Islámica de Mauritania estuvo presente en una reunión del Foro 5+5 y el coronel Mohammed Abdelaziz recibió en su país a una serie de gobernantes extranjeros.  Y, por si esto fuera poco, China mantuvo un fuerte lazo económico-comercial con Mauritania, demostrando que sus intereses monetarios no tienen un colador a la hora de ser ejecutados.

En paralelo, ni la Organización de la Conferencia Islámica, ni la Liga Árabe y ni la Unión Africana fueron capaces de establecer sanciones ejemplificadoras.  Esto último demuestra que este tipo de organismos sirven para muchas cosas, pero escasamente cuando se trata de solución de conflictos armados.

Lo de la Unión Africana fue realmente decepcionante, ya que aparte de tener un rol bastante pasivo –en un primer momento se declaró en contra del golpe, pero luego dio pie para que esta situación se consolidara- demostró que el influjo de quien esté en la presidencia rotativa no es algo menor.  Esto último tiene que ver con la presencia de Muammar al Gaddafi, líder libio y coronel que lleva 40 años al poder en Libia.  No tiene sentido desviarse del tema, pero lo cierto es que Gaddafi fue, en su momento, un golpista y parece ser que aquella naturaleza le impidió ver con objetividad e imparcialidad el proceso de la República Islámica de Mauritania.  De otra forma, no se puede entender que haya dado apoyo implícito a Mohammed Abdelaziz y que, finalmente, sugiriera que el camino era reconocer a la junta militar y trabajar por nuevas elecciones.

Las elecciones, la participación de Abdelaziz y el comienzo de una nueva etapa

Tras una serie de cuestionamientos y falsas expectativas, el 23 de enero de 2009 se estableció que los nuevos comicios presidenciales serían el seis de junio y que en ellos podría participar el coronel golpista Abdelaziz.  Esto trajo el rechazo de una parte importante de la sociedad mauritana y, por supuesto, de la oposición, liderada por Messaoud Ould Boulkheir, representante de la Alianza Popular por el Progreso (APP).

Sin embargo, las protestas no lograron grandes cosas y el 15 de abril de 2009 Mohammed Abdelaziz renunciaba a su puesto de Jefe de la Junta Militar, para así poder inscribirse y participar en las vitales elecciones que darían el nombre del nuevo presidente de la República Islámica de Mauritania.

Pero apenas unos días de realizarse estos comicios la oposición y la Junta Militar llegarían a un acuerdo, según el cual se retrasarían las elecciones hasta el 18 de julio.  Durante ese período se crearía un gobierno de unidad nacional.

Así fue que el 18 de julio de 2009 se llevaron a cabo los comicios presidenciales, en los cuales participaron diez candidatos, aunque de ellos sólo tres contaban con opciones reales de convertirse en el nuevo mandatario mauritano.  Un día después de las elecciones, se entregaron los resultados, que no dejaron muy conformes a una parte de la “sociedad política” mauritana.  Claro, porque el coronel Mohammed Abdelaziz (apoyado por la Unión para la República) se impuso con el 52.58% de los votos, muy por delante del principal opositor Messaoud Ould Boulkheir (16.29%) y del histórico Ahmed Ould Daddah (13.66%).  Otros candidatos obtendrían menores porcentajes, pero se destaca la figura de Ely Ould Mohammed  Vall, desplazado al sexto lugar con apenas 3.81% de las preferencias.

Si bien en un comienzo hubo un intento de impugnación de las cifras oficiales, con el paso de los días los rivales fueron reconociendo la derrota y todas las dudas se disiparían luego que el Grupo de Contacto Internacional para Mauritania –integrado por la Unión Africana, la Liga Árabe, la ONU, la Unión Europea, la Organización de la Francofonía y los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU- declarara que las quejas recibidas no tenían argumentos válidos.  Además, una serie de otras tendencias observadas durante las votaciones llevaron a este grupo a concluir que no hubo fraude y que las elecciones fueron transparentes.

El 5 de agosto de 2009, Mohammed Abdelaziz juró como el nuevo presidente de la República Islámica de Mauritania, en una ceremonia a la cual asistieron mandatarios o representantes de influyentes países africanos como Marruecos y Senegal.

Algunas reflexiones

Conociendo los hechos, es necesario establecer algunos comentarios u observaciones finales, para así ir dejando en claro el por qué del fallido proceso democrático de la República Islámica de Mauritania.

Primero, la débil institucionalidad política mauritana no fue capaz de resistir ante el menor ataque, sea este de gran o baja intensidad.  En término médico-metafórico, el enfermo aún estaba convaleciente y, por lo mismo, era esperable que en los primeros pasos de este nuevo proceso hubiese recaídas.  Lamentablemente, esto es lo que pasó y esto último se relaciona con la segunda variable involucrada.

Claro, porque el segundo punto a tomar en cuenta es la eterna presencia de los militares en la vida política del país.  La militarización de la política y sociedad es uno de los males que aún padece Mauritania.  La pregunta es cómo eliminar esto.  Quizás lo mejor sea ir robusteciendo la democracia, es decir, ampliar el número de grupos políticos participantes.  En la medida que cada agrupación, por muy pequeña que sea, sienta que tiene herramientas de representación, entonces el accionar de los militares será cada vez más resistido y, en consecuencia, irá quitándole terreno al influjo militar.  Sin embargo, este proceso no es algo de meses, sino que de años y, tal vez, décadas.

Tercero, la crisis económica terminó por pasarle la cuenta al gobierno de Sidi Ould Cheikh Abdallahi, que a pesar de los esfuerzos (la economía mauritana estaba creciendo durante 2007 y 2008) no logró darle calma a sectores tan importantes como el agrícola y el pesquero.  Los acuerdos, en el área pesquera, parecían darle mayores beneficios a las empresas extranjeras más que a los pescadores mauritanos y eso es algo que debió preveer.

Cuarto, en las elecciones presidenciales de 2007, Abdallahi no había podido ser la primera preferencia en Nouakchott, capital del país.  Aquello que para muchos pudo ser una anécdota, nunca lo fue y eso quedó demostrado con la organización y las facilidades que tuvieron los golpistas, siempre con el apoyo de una importante parte de los habitantes de Nouakchott.  Faltó visión en este punto, pues se pudo haber tenido una mayor seguridad o, buscando otra fórmula, haber intentado darle alegrías a los ciudadanos de la capital.  ¿Populismo? No, el ideal habría sido generar medidas políticas y sociales claras, pero a favor de los habitantes de Nouakchott.

Quinto, las potencias tuvieron un rol bastante apagado en comparación a otros conflictos regionales existentes en África.  Esto se explicaría por la escasa importancia, al menos hasta hoy, que representa Mauritania en términos económicos y de recursos naturales.  No es lo mismo la República Democrática del Congo –donde abundan el oro, el coltán y otros materiales- o Sudán –el verdadero granero de África- que la República Islámica de Mauritania.  Ese parece ser el mensaje enviado por Estados Unidos y la Unión Europea, que tuvieron una tibia reacción ante los golpistas mauritanos.  Lo peor estuvo en manos de China, que nunca dejó de invertir en Mauritania.  Parece ser que da lo mismo quién y cómo gobierne.  Al menos para el gobierno.

Sexto, la Unión Europea demostró que su rol en África debe ser analizado, pues el doble stándard con el cual actuó en el caso de la República Islámica de Mauritania genera preocupación.  ¿Las democracias y los abusos en contra del pueblo son importante en Europa, pero no en Mauritania?, ¿las violaciones a la institucionalidad de un país no tienen relevancia en Mauritania, pero sí en Chad, Sudán o el Sahara Occidental?  Son preguntas que flotan y cuya respuesta es bastante confusa.  La Unión Europea debió tener un mayor rol y una respuesta bastante más dura contra los golpistas.

Séptimo, la Unión Africana no tiene el peso suficiente, ni a un líder (Muammar al Gaddafi) que pueda afrontar con la objetividad y el estricto apego a los valores democráticos que un organismo de integración debiese tener.  Si los conflictos en Somalía, Sudán y Zimbabwe habían sido un gran dolor de cabeza y una nueva demostración de la ineficacia de la Unión Africana, ¿qué se puede decir ahora?

Por último, ha quedado de manifiesto la escasa importancia que el mundo le entrega a un país como la República Islámica de Mauritania.  En los últimos meses se pueden encontrar diversos ejemplos de cómo los gobiernos y los medios tuvieron un papel preponderante a la hora de vivir ciertos problemas.  Por ejemplo, Irán, Abjazia y Honduras.  Sin embargo, parece ser que el pueblo mauritano no genera la misma empatía que lo que sí provocaron iraníes, abjazos y hondureños.

En fin, todas estas variables no hacen más que confirmar algo que parecía bastante predecible, es decir, un primer fracaso en el proceso de lenta democratización de la República Islámica de Mauritania.

Pero no hay que perder las esperanzas, pues esto recién comienza.  Vendrán más desafíos y nuevas oportunidades de consolidar este proceso.  El tiempo irá dando algunas claves, aunque otras ya están a la vista.

Es de esperar que los políticos sepan abrir las puertas correctas y que sepan cerrar las que sólo generan conflictos.

Y con un buen candado.

 

Raimundo Gregoire Delaunoy
raimundo.gregoire@periodismointernacional.cl
@Ratopado

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Unión por el Mediterráneo, ¿y ahora qué?

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Unión por el Mediterráneo, ¿y ahora qué?

Fecha 15/09/2008 por Raimundo Gregoire Delaunoy

Hace cerca de dos meses se realizó la mediática Cumbre de Paris, cuyo objetivo era darle mayor potencia al proyecto ideado por el presidente francés, Nicolas Sarkozy.  Ahora, más allá de opiniones y visiones subjetivas, lo importante es intentar dilucidar hacia dónde va la naciente Unión por el Mediterráneo, que todavía no pasa de ser una incipiente iniciativa del mandatario galo.  En este sentido, se hace imperioso analizar, ya sin la euforia post cumbre, la verdadera esencia del ahora denominado “Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo”.

Por Raimundo Gregoire Delaunoy | 15 de septiembre, 2008

Reuters

Reuters

Muchos insisten en que el concepto de hoy y las próximas décadas será la integración.  Local, regional, continental y mundial.  Económica, política y cultural.  Comercial y tecnológica.  Y así, sucesivamente, buscando diversos puntos en los cuales gobiernos de diversos países puedan complementar sus carencias y fortalezas.

Bajo este paradigma –el de la integración regional- el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, ha comenzado una interminable campaña en pos de obtener el apoyo necesario para llevar a cabo uno de sus grandes proyectos.  Se trata de la Unión por el Mediterráneo, una iniciativa que aun cuando se encuentra en pañales, al menos ya dio sus primeros pasos hace poco más de un mes, momento en el cual 43 jefes de estado y gobierno se reunieron en la capital francesa.  Nadie puede discutir que la organización de la Cumbre de Paris fue un éxito y que el proyecto de Sarkozy ha comenzado en buen pie.  Sin embargo, es importante navegar por aguas más profundas e iniciar un análisis objetivo y exhaustivo, para así tomar una radiografía perfecta al “Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo”.

En este sentido, la gran relevancia de la Cumbre de Paris fue que permitió establecer tres cosas.  Primero, que tras esta reunión se llegó a resultados concretos (pocos, pero no por eso dejan de ser reales).  Segundo, este evento permitió que se dieran a conocer, directa o indirectamente, hechos puntuales y coyunturas de gran relevancia, no sólo para este proceso, sino que también para otros.  Tercero y final, el encuentro realizado en la capital francesa sirvió para develar una serie de dudas y para dar cuenta de ciertas proyecciones a futuro.

De lo poco, ¿bueno?

Tras el término de la Cumbre de Paris se elaboró una declaración final en la cual se establecían conclusiones y, lo principal, las principales decisiones adoptadas en consenso.  Al respecto, era importante saber cuáles serían los acuerdos obtenidos, especialmente en temas o áreas que de por sí son conflictivas o, por decirlo de otra forma, causan divisiones o visiones diferentes.

Uno de estos asuntos era, lógicamente, el Proceso de Paz en Medio Oriente.  En este sentido no extraña que la declaración final se retrasara, justamente, por la reticencia de los países árabes, que buscaban imponer sus términos en torno a la conformación de este proyecto mediterráneo.  Dichos estados querían que la Liga Árabe pudiese tener un rol activo en este proceso, cosa que no causaba gran alegría entre los europeos.  Sin embargo, finalmente se acordó incluir a este organismo como observador, pero no se incluyó en la declaración final un reconocimiento expreso sobre el estado palestino.

Otro punto polémico tenía que ver con el movimiento de personas, algo que, por ejemplo, causa grandes dudas en el gobierno argelino liderado por su presidente, Abdelaziz Boutlefika.  Sobre este asunto no se llegó a acuerdos y eso, justamente, una piedra de tope, ya que antes del inicio de esta cumbre Argelia ya había expresado ciertos temores.

Ahora, más allá del tema del traslado humano y de las disputas entre árabes e israelíes, se lograron ciertos avances, que permitieron elaborar proyectos concretos y resoluciones definitivas.

Lo más relevante lo constituye la conformación, poco a poco, de toda la estructura de este Proceso de Barcelona renovado.  Para empezar, se decidió darle un nuevo bautizo a este proyecto, que ahora será conocido como “Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo”.  Esto último tiene que ver con el hecho que al gobierno español no le agradaba mucho la idea de una Unión por el Mediterráneo, mientras que a Francia no le interesaba mucho mantener el nombre de un proyecto que, según Nicolas Sarkozy y el mismo Hosni Mubarak, había fallado y que era necesario actualizarlo y mejorarlo.  Debido a esta pequeña lucha se optó por una decisión salomónica, que aunque no era el del absoluto agrado, al menos dejaba a ambas partes conformes.  La diplomacia utilizada en este ámbito fue demasiado fina, lo que llevó al mandatario galo a decir que “no se trata de borrar el Proceso de Barcelona, sino que de complementarlo”.

Si bien la nomenclatura es importante, lo relevante es ver cuáles fueron, efectivamente, las medidas concretas que se adoptaron tras la Cumbre de Paris.  En este sentido, se estableció que este proyecto funcionará con una copresidencia, una de la ribera norte y otra del sur.  Quienes debutaron con este nombramiento fueron los presidentes de Francia y Egipto, Nicolas Sarkozy y Hosni Mubarak, respectivamente.  Además, se realizará una reunión anual de ministros de Relaciones Exteriores y cada dos años tendrá lugar una cumbre del bloque.  También, se dio origen a la secretaría, pero quedó en suspenso la elección de la sede de aquella institución.  Al respecto, este asunto se zanjará en la próxima reunión de ministros, a realizarse en noviembre próximo, en la ciudad portuguesa de Lisboa.  Las candidaturas ya han sido presentadas –en forma formal o informal- y se trata de cinco países. Barcelona (España), Rabat (Marruecos), Ciudad de Túnez (Túnez) y Malta se disputarán este honor y, por ejemplo, el mismo día de la cumbre el jefe de gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, hizo el anuncio respecto a la postulación de Barcelona como sede de la secretaría.  Finalmente, el secretariado será la institución encargada del financiamiento y de supervisar la ejecución de los diversos proyectos elaborados.

Párrafo aparte para las iniciativas a las cuales se comprometieron los asistentes a la Cumbre de Paris.  Se trata de seis ideas que serán puestas en marcha lo antes posible.  Los proyectos son los siguientes:

  • Descontaminación del Mediterráneo
  • Autopistas del mar y construcción de infraestructura terrestre en la ribera sur
  • Plan de energía solar
  • Programa de protección civil
  • Universidad euromeditarránea, con sede en Eslovenia
  • Apoyo al desarrollo de las empresas

De esta forma, se dieron los primeros pasos en pos de darle una estructura sólida a este proceso, aunque, objetivamente, aún falta mucho por delante.  Por ejemplo, cabe preguntarse de dónde se sacarán los fondos económicos.  Ya se sabe que el Banco Europeo de Inversión (BEI) será una de las instituciones que colaborará en forma estrecha con la puesta en marcha de este proyecto, pero quedan dudas respecto a cuánto podrá ayudar, ya que desde 2002 a la fecha el BEI ha invertido siete millones de euros en el Mediterráneo.

De momento, no queda más que observar si las primeras piedras que se han puesto en este camino serán suficientes para ir construyendo una sólida base, que, a su vez, permita la consolidación del “Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo”.

Lo que demuestra la Cumbre de Paris

Teniendo en claro cuáles fueron os avances en concreto de la Cumbre de Paris, es importante dar cuenta de algo que incluso puede ser más importante que aquellos logros obtenido en el encuentro realizado en la capital francesa.  Se trata de navegar en profundidades y develar tendencias que superficialmente son imposibles de ser reconocidas.

Problemas de cohesión

Lo primero es decir que parece imposible soslayar los serios problemas de cohesión que posee el proyecto ideado por el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy.  Si intentar olvidar lo difícil que es intentar unir a 43 gobiernos en un solo bloque, aún más complicado es disfrazar u ocultar las grandes falencias de este proyecto, especialmente si se trata de implantar la cohesión necesaria para darle éxito a esta iniciativa.  Al respecto, los diversos actores involucrados en el “Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo” presentan evidentes señales de fisuras internas.

En Europa, no todos ven con los mismos ojos el proyecto mediterráneo.  Para empezar, no se puede olvidar que el plan original de Sarkozy tuvo que ser modificado, para así lograr el apoyo de Alemania y muchos otros países europeos.  Ahora, el hecho de haber incluido a la Unión Europea en este proyecto no significa que no exista un cisma al interior de este bloque.  De hecho, existe un importante grado de reticencia por parte de algunos mandatarios europeos.  Además, las directrices políticas de los estados son bastante disímiles y, por ejemplo, no se pueden comparar las posturas de José Luis Rodríguez Zapatero y Nicolas Sarkozy.  Mientras el primero ha trabajado arduamente por una mayor y mejor comunicación y cooperación con el Magreb y, particularmente, con Marruecos, el segundo ha generado leyes cuyo objetivo es endurecer el sistema de migraciones.  Siguiendo con este punto, la nueva ley de inmigración de la Unión Europea mostró las evidentes diferencias entre los miembros del bloque.  Aún más, el hecho que el Consejo de Europa la haya rechazado demuestra que mientras algunos buscan un trato digno para los inmigrantes, otros, simplemente, no quieren saber más de este asunto.  Es por eso que es necesario reflexionar acerca de cuán factible es juntar a los 27 estados miembros de la Unión Europea en un proyecto que los uniría con los que, para algunos, se trataría de países con una población amenazadora.

Ahora, la Unión Europea no es el único bloque que presenta problemas de cohesión.  En este sentido, es importante destacar la división existente al interior de la Unión del Magreb Árabe (UMA).  Mientras Marruecos y Túnez ven con buenos ojos el proyecto mediterráneo, Argelia y Libia tienen muchas dudas respecto a esta iniciativa y, de hecho, para el líder libio, Muammar al Ghadaffi, el “Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo” es sinónimo de problemas, división y amenazas para el mundo árabe y africano.  En resumen, se podría decir que existen tres posturas entre los miembros de la UMA.  La oposición extrema liderada por Libia, la tibia reticencia de Argelia y el apoyo incondicional de Túnez y Marruecos.  Mauritania aparece un tanto aislada y seguramente seguirá así, ya que tiene asuntos mucho más importantes a los cuales dedicarse como, por ejemplo, el golpe de estado realizado por los militares hace cerca de un mes.  Sin embargo, más allá de todas estas diferencias, lo concreto es que el Magreb dio señales evidentes respecto a que ellos desean un rol principal en este proyecto y que no se repita la tendencia histórica de los países europeos, que, generalmente, terminan controlando el desarrollo de los procesos.

Conflictos persistentes

Otra conclusión, bastante palpable, es la continuidad de ciertos choques o focos conflictivos.  Algunos con mayor intensidad, otros sin tanto eco, pero siempre impidiendo un equilibrio en las relaciones entre países, bloques o regiones.  Al interior del Magreb, Argelia y Marruecos aún mantienen tensos vínculos, debido a diferencias en ciertas políticas y, particularmente, por el asunto del Sahara Occidental.    Cerca de ahí, en Mauritania, un golpe de estado realizado hace cerca de un mes ha puesto en jaque el proceso de incipiente democratización de aquel país y amenaza con transformarse en tierra pantanosa, algo que favorecería el accionar de células terroristas.  Esto último ya es un problema bastante serio en Argelia.

En Medio Oriente, las evidentes y lógicas diferencias entre los estados árabes e Israel han quedado expuestas ante los ojos de todos los asistentes de la Cumbre de Paris.  En algo que era obvio y que se mantendrá durante muchos años más, el gobierno israelí aún no ha podido solucionar sus conflictos con Palestina, Siria y Líbano.  En la medida que esta situación se mantenga en el tiempo parece imposible que se pueda aglutinar en un solo bloque a árabes a israelíes.  Si bien es cierto que se han realizado esfuerzos para llegar a acuerdos, todavía no hay grandes hechos concretos que permitan vislumbrar una salida positiva.  Tanto así, que la firma y lectura de la Declaración de la Cumbre de Paris se retrasó ante las exigencias de los países árabes respecto a la cuestión palestino-israelí.

En pleno mar Mediterráneo, otros dos conflictos siguen con vida.  Se trata de la división de Chipre y la lucha por recursos petrolíferos entre Libia, Malta y Argelia.  El primero de ellos ha sido un verdadero dolor de cabeza para Turquía, que en este asunto ha encontrado una barrera para su proceso de adhesión a la Unión Europea.  En cuanto al segundo problema, es una situación que sin ser grave, ni categórica, sí causa cierto temor, ya que estas viejas disputas impiden un mayor entendimiento y desarrollo económico de la región.

Por último, el accionar de la Unión Europea en el conflicto árabe-israelí deja en claro, que aquel bloque desea una paz que sea beneficiosa para sus intereses.  Por eso, hasta el momento, la postura del bloque europeo ha sido bastante ambigua y poco definida.  Son capaces de establecer sanciones económicas para los territorios palestinos y, al mismo tiempo, de elaborar un discurso conciliador, pero muchas veces omiten las matanzas realizadas por las ofensivas israelíes al interior de las fronteras palestinas.  Además, con la llegada de Nicolas Sarkozy al poder en Francia y con una cada vez mayor actitud recelosa hacia los árabes y musulmanes, da la impresión que Europa comienza a tomar una postura más favorable a Israel.

No todos están con este proyecto

Uno de los aspectos más fundamentales y evidentes ha sido el hecho que este proceso ha generado diversas posturas y velocidades.  Mientras algunos gobiernos se han convertido en bastiones de este proyecto, otros sólo se limitan a seguir a la masa.  En paralelo, algunos estados han dejando en claro que tienen dudas respecto al funcionamiento y/o la utilidad de esta iniciativa y, finalmente, aparecen los escépticos.

Esta situación, en honor a la objetividad, no debiera sorprender, ya que es evidente que el presidente francés, Nicolas Sarkozy, no tiene el mismo nivel de relaciones con todos los jefes de estado y/o gobierno involucrados en este proyecto.  Además, su discurso pro-israelí genera ciertas dudas en los estados árabes, especialmente en aquellos donde la relación con Francia nunca ha sido fluida, como es el caso de Argelia.

Ahora, cabe preguntarse quiénes son los “mediterránescépticos” o, más simple, contrarios al nuevo cariz que adoptó el Proceso de Barcelona.  El primero en aparecer es el líder libio Muammar al Gaddafi, que en todo momento ha dejado en claro que ni él, ni su gobierno se prestarán para una iniciativa como esta.  De hecho, el pasado 10 de junio –casi un mes antes de la realización de la Cumbre de Paris- Gaddafi se reunió con los presidente de Argelia, Mauritania, Siria y Túnez y con el primer ministro de Marruecos.  En aquella ocasión, el coronel Gaddafi dio a entender su postura y analizó, junto a los otros representantes de naciones árabes el proyecto propuesto por Nicolas Sarkozy.  Tras considerar como una afrenta este proceso, el líder libio se despachó frases como “nosotros no somos hambrientos, ni perros para que nos echen huesos” o “nos toman por idiotas.  Nosotros no pertenecemos a Bruselas.  Nuestra Liga Árabe está en El Cairo y nuestra Unión Africana en Addis Abeba”.

En todo caso, más allá de estas expresiones, que puedan parecer mediáticas o de simple perogrullo, hay algo que dijo Gaddafi y que es, finalmente, el principal acontecimiento que molesta, específicamente, a los países árabes y magrebíes (africanos).  Claro, porque Gaddafi declaró que “la Unión Europea persigue su cohesión y por eso ha rechazado el proyecto inicial del presidente francés.  Claramente no querían una división al interior del bloque”.  En este sentido, es importante analizar con mayor profundidad esta frase, porque tiene mucho de cierto.  Nadie podría juzgar a la Unión Europea por preocuparse de su unidad y, de hecho, aquello es algo positivo.  Sin embargo, alguien podría preguntarse por qué los europeos propulsan y apoyan un proyecto que si bien ya no produciría divisiones internas en su bloque, sí podría generarlas en el contexto, árabe, africano y magrebí.  De esta forma, se entiende la molestia de ciertos líderes como Gaddafi, Bouteflika o Al Assad, quienes ven un doble stándard por parte de la Unión Europea.  En pocas palabras, se trata de saber por qué ellos hablan de la unidad, si al final sólo les interesa mantener su cohesión y no la de los otros bloques involucrados en este proyecto.

Ahora, directamente relacionado con esta situación, se puede establecer la existencia de un “club de los rebeldes”.  A la cabeza de este grupo está, era que no, Muammar al Ghaddafi, apoyado por los presidentes de Argelia y Siria, Abdelaziz Boutlefika y Bashar Al Assad, respectivamente.  Ahora, estos tres gobiernos no están solos en su cruzada, ya que reciben el apoyo de otros estados como Mauritania y Turquía.  En el caso mauritano, las cosas cambiaron mucho desde que se produjo el golpe de estado militar, asi que el asunto mediterráneo ha pasado a un segundo o tercer plano de relevancia.  En cuanto a los turcos,  existe mucho recelo respecto a este proyecto, ya que se piensa que podría una maniobra cuyo fin fuese dejar, definitivamente, fuera de la Unión Europea a Turquía.  Además, existen severas dudas respecto al carácter mediterráneo de este país, ya que si bien tiene costas en este mar, sus relaciones políticas, económicas y sociales están orientadas, en muchos casos, hacia otras regiones como Asia Central, el mundo musulmán, los estados turcomanos y, últimamente, África.

Por último, no se puede dejar de mencionar que al Mashrek no le interesa esta iniciativa y parece estar mucho más enfocado en solucionar los problemas existentes en Medio Oriente y seguir puliendo un bloque en el Golfo.

Avances en relaciones entre países

Un aspecto positivo de la Cumbre Euromediterránea de Paris es el hecho que esta reunión sirvió para que produjeran necesarios e imprescindibles acercamientos entre estados que no poseen buenos nexos entre sí.  Es el caso, por ejemplo, de lo que ocurre entre Francia y Siria, Libia y Siria e Israel y Líbano.  Las relaciones entre dichos países han tenido serios inconvenientes en los últimos años y es por eso que un aproximamiento a nivel gubernamental se consideraba esencial para mantener con vida las esperanzas de un cierto éxito para este proceso que recién comienza.

Al respecto, quizás en este ámbito se establecieron los hechos concretos más relevantes y cuyo alcance va mucho más allá del espacio mediterráneo e involucra, directamente, al conflicto árabe-israelí y a todo lo que acontece en Medio Oriente.  Lo de Francia y Siria es muy positivo, ya que ambos países mantenían bloqueadas sus relaciones desde 2005, año del asesinato del entonces primer ministro libanés Rafik Hariri.  Igual de esperanzador ha sido el establecimiento de relaciones diplomáticas plenas entre Siria y Líbano, algo inédito desde que ambos países lograran su independencia en 1943.  Si bien este hecho se produjo el 13 de agosto, un mes antes, en Paris, ambos gobiernos ya habían anunciado que estaban en serias negociaciones para iniciar el camino diplomático entre los dos países.  Por último, y aunque sólo fueron declaraciones, no se puede dejar de mencionar que el presidente sirio, Bashar Al-Assad, y el primer ministro israelí, Ehud Olmert, dejaron abierta la opción a un diálogo, algo que ya ha comenzado desde hace un tiempo gracias a la mediación de Turquía.

Reinserción de Egipto en el contexto mediterráneo

Si bien siempre se ha dicho que Egipto es uno de los países más importantes dentro del contexto africano, árabe, musulmán y mediterráneo, las relaciones que aquel estado mantiene con gobiernos europeos ha sido un tema de gran relevancia.  A sabiendas de las buenas conexiones existentes entre Egipto y Estados Unidos, era necesario establecer lo mismo, pero con la Unión Europea.  Ahora, hasta el momento no se puede decir que egipcios y europeos gozan de una gran relación, pero al menos se le está empezando a dar mayor poder e importancia al gobierno egipcio en el “Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo”.

No es coincidencia que la primera copresidencia de este bloque haya quedado en manos, justamente, de Francia y Egipto.  En este sentido, hay que destacar la figura de Hosni Mubarak, un líder que, como ya se ha hecho costumbre, sirve para demostrar el doble discurso de los europeos.  Claro, porque al igual que en otras naciones árabes y/o musulmanas, la Unión Europea apoya a un presidente que claramente ha caído en violaciones a los derechos civiles de su población.  Sin embargo, Europa parece preferir esta situación en la medida que se mantenga un gobierno laico en Egipto u otros estados árabes.  Es por esto que surge la pregunta, ¿realmente existe una conciencia democrática?, ¿o sólo se trata de buscar los beneficios personales?  Da la impresión que se trata de lo segundo y por eso, aunque suene majadero, no es una mera casualidad ver a Egipto teniendo un rol protagónico.

Finalmente, cabe consignar que cuando se inició el Proceso de Barcelona original, muy pocos estados árabes estaban con esta iniciativa.  Hoy, la situación ha cambiado y ahora el único que no está es Libia.  Por eso, nuevamente aparece como fundamental el rol que pueda cumplir Egipto en la primera copresidencia correspondiente a la ribera sur del Mediterráneo.  ¿Será capaz Hosni Mubarak de torcer la mano de Muammar al Gaddafi?, ¿logrará seguir frenando las revoluciones religiosas y sociales que amenazan con explotar en países como Argelia y Líbano?, ¿podrá el gobierno egipcio establecer nexos con una Mauritania bajo el poder de los militares?  Estos y muchos otros serán los desafíos que tendrá Egipto.  Y siempre bajo la firme observación de Europa.

Conclusiones y proyecciones

Entendiendo la etapa previa a la Cumbre de Paris, el desarrollo de la reunión y el paso de los meses, se pueden elaborar un comentario u observación final.  Si bien el nuevo formato del original Proceso de Barcelona ha demostrado mayor acción y presencia -básicamente gracias a la campaña del presidente francés Nicolas Sarkozy-, nada hace presagiar que esta iniciativa está encaminada al éxito.  En paralelo, tampoco se puede decir que es la crónica de una muerte anunciada.  Sin embargo, existen evidentes señales que sugieren prudencia a la hora de pensar en un futuro positivo para el “Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo”.

Claro, ya se realizó una primera reunión con 43 jefes de gobierno y/o estado, pero aquello aún no es suficiente para sentir que la base de este proyecto es sólida y con una importante garantía de permanencia en el tiempo.  Alguien dirá que ya cuenta con una secretaría, con una copresidencia y con seis proyectos de alto vuelo.  Empero, hay que hacer un cuestionamiento lógico respecto a cómo concretar las iniciativas y los planes ideados en la Cumbre de Paris.  Por ejemplo, preguntarse de dónde vendrán los recursos económicos o qué sienten los pueblos de los 43 estados involucrados en esta unión mediterránea.  ¿Realmente existirá un apoyo por parte de las masas en cada uno de los países involucrados?, ¿podrá aportar la Unión Europea con dinero si ya tiene hecho su presupuesto hasta 2013?, ¿será capaz el Banco Europeo de Inversión de soportar todo el costo económico?, ¿estará dispuesto a hacerlo?

Otro asunto muy importante es saber si aquellos proyectos de infraestructura en la zona costera magrebí tendrán un alto impacto en el ecosistema de la región.  Se debe realizar un estudio profundo, que permita estar seguro que lo que se construirá sólo traerá beneficios y no turbulencias para los estados involucrados.  En países como Argelia, Egipto y Túnez un estallido social podría agudizar más la inestabilidad política de sus gobiernos y aquello traería nefastas consecuencias para Europa.  El riesgo de enfrentamientos ideológicos es demasiado grande y un error en la concepción de los proyectos euromediterráneos podría, en vez de aunar posturas, agudizar las divisiones ya existentes entre la ribera sur y norte.

En este sentido, cabe preguntarse qué sucederá con los diversos bloques regionales que de una u otra forma tienen nexos con el “Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo”.  Por ejemplo, ¿será capaz la Unión Europea de sobrellevar su división interna?, ¿afectará esto al equilibrio europeo?

Misma pregunta debe hacerse respecto a la Unión por el Magreb Árabe (UMA), un organismo que está prácticamente paralizado desde hace cerca de 15 años.  Es por esto que el cuestionamiento apunta a la nueva realidad de la UMA, que deberá definir, en conjunto, qué importancia le darán a la unión mediterránea recientemente planteada.  Será interesante ver cómo dialogan entre sí Argelia y Marruecos, líderes de la región, pero que aún mantienen una disputa por el Sahara Occidental.  Hay que ver cómo lo hacen estos países para convivir en un proyecto euromediterráneo tomando en cuenta que ya arrastran difíciles relaciones con sus vecinos.  Aparte, ¿qué ocurrirá con la UMA?, ¿se debilitará o fortalecerá en caso que el “Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo” sea un éxito o fracaso?

Tampoco se puede soslayar lo expresado por Muammar al Gaddafi y que fue respaldado, implícitamente, por el presidente senegalés Abdoulaye Wade.  El asunto tiene que ver con la principal advertencia hecha por el líder libio, quien asegura que este proyecto podría generar divisiones al interior del mundo africano y árabe.  Es así que Wade fue bastante claro, al decir que “la idea de una Unión por el Mediterráneo, si se realiza, permitirá a África del Norte arrimarse a Europa, pero será una barrera que aislará a África del Sur del Sahara.  De eso, los africanos deben estar muy conscientes”.

Los conflictos regionales son otro factor a tomar en cuenta y que permite no ser tan optimista respecto al devenir del “Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo”.  Claro, porque en los alrededores y en la misma cuenca mediterránea, una serie de problemas y litigios fronterizos deben convivir, obligatoriamente.  Existen focos conflictivos de gran preocupación y que pueden influir en las relaciones entre los estados involucrados y, por ende, al interior de esta nueva unión mediterránea.  Sólo basta recordar el conflicto palestino-israelí, el proceso de paz en Medio Oriente, la crisis interna del Líbano, la división de la isla de Chipre, las disputas por yacimientos petrolíferos entre Malta y Argelia y, por supuesto, la rebeldía de Libia y la reticencia de Turquía.  Todo eso, sin siquiera contar el conflicto del Sahara, el eterno problema de la inmigración clandestina e ilegal y, relacionado con esto último, las consecuencias de la última ley de inmigración aprobada por la Unión Europea.

Todo eso hace ver que la realidad empírica demuestra una mayor probabilidad o tendencia hacia la división, más que a la unión.  Ese será, entonces, el verdadero desafío del naciente “Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo”.

 

Raimundo Gregoire Delaunoy
raimundo.gregoire@periodismointernacional.cl
@Ratopado

 

 

 

 

 

 

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Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo, ¿un capricho condenado al fracaso?

Fecha 11/07/2008 por Raimundo Gregoire Delaunoy

Dentro de las próximas horas se realizará la esperada Cumbre Euromediterranea de Paris, una de las obsesiones del presidente francés Nicolas Sarkozy.  Tras un arduo trabajo diplomático, giras por Medio Oriente y el Norte de África, finalmente se llevará a cabo este encuentro y, para felicidad del mandatario galo, contará con la mayoría, si es que no todos, sus invitados.  El único ausente será el líder libio Muammar Al Gaddafi, quien no está de acuerdo con este proyecto.

Raimundo Gregoire Delaunoy | 11 de julio, 2008

union_for_the_mediterraneanLos 43 estados que tomarán parte en este evento tendrán mucho por hablar.  Quizás demasiado y, justamente, ese es uno de los principales problemas de este encuentro.  Al ver que un hombre piensa reunir tal cantidad de países en pos de un mismo camino, las proyecciones no pueden ser muy optimistas.  No se trata de ser alarmista, pero emprender una misión así es demasiado difícil y, especialmente, tomando en consideración a quienes integrarían este nuevo “barrio” o espacio común.

Ya no se trata de aunar naciones con una religión común o con un pasado cultural similar.   Tampoco son gobiernos que tengan excelentes relaciones y, en el caso de algunos, que ni siquiera han entrado en mayor profundidad con algunos de los estados reunidos bajo el amparo de la Unión por el Mediterráneo.  Peor aún, existen grandes diferencias económicas, políticas y sociales entre muchos de los países en cuestión y, finalmente, una serie de conflictos aún permanecen sin solución.  Por eso, pensar en que una unión como la que plantea el presidente francés, Nicolas Sarkozy, parece, al menos de momento, muy poco viable.  Al menos en el corto y mediano plazo.

Un ejemplo sirve para consolidar lo anteriormente expresado.  Si la Unión Europea, quizás el  bloque regional más avanzado del mundo, ha tenido que enfrentar serias crisis internas ante ciertas coyunturas (Ej.- el “No” de Irlanda, Holanda y Francia a ciertos referéndums, los problemas de políticas inmigratorias y los dolores de cabeza provocados por Polonia), cabe preguntarse qué ocurriría con la famosa Unión por el Mediterráneo.  Mientras el bloque europeo cuenta con 27 miembros, el nuevo grupo mediterráneo llegaría a 43 estados.  Además, lo curioso es que se habla de una “Unión por el Mediterráneo”, pero más de la mitad de las naciones que son parte de este conglomerado están más cerca del Mar del Norte, el Mar Báltico o incluso del Polo Norte.  Y esto último no es un capricho, sino que busca demostrar la verdadera realidad de un grupo de estados que no son homogéneos y que, dadas sus condiciones específicas –sociales, políticas y económicas- hacen bastante inviable este proyecto.

Puede ser que la voluntad de crear un ente nuevo, capaz de ir solucionando los problemas que afectan al Mar Mediterráneo sea un buen motivo para creer en esta cruzada quijotesca, pero eso no es suficiente para que la Unión por el Mediterráneo llegue a consolidarse y a funcionar tal cual Nicolas Sarkozy lo quiere.  De momento, y esa es la impresión que queda, es que al igual que otros bloques poco estudiados, improvisados y carentes de una sólida base, aquí ocurrirá lo mismo, es decir, seguramente se avanzará en un principio, pero luego todo debiera entramparse en pantanos políticos.

Algunos motivos para el escepticismo

Una visión general de lo que ha sido el Proceso de Barcelona, desde sus inicios, en 1995, hasta lo que es hoy, permite elaborar ciertas proyecciones.  La primera, y que parece demasiado lógica, es el hecho de ver cómo se ha desvirtuado un proyecto que tal cual estaba originalmente planteado era muy interesante.  Sólo los estados con costas en el Mediterráneo serían parte de lo que sería aquella unión.   Sin embargo, aparecieron las voces discordantes en Europa, diciendo que este tipo de asociaciones podrían ir en contra del espíritu de la Unión Europea.  Este fue, justamente, uno de los motivos que introdujo Angela Merkel y, de hecho, gracias a este argumento logró que se incluyera a todos los estados miembros del bloque europeo.  Ahora, lo que llama la atención es que una persona tan interesada en mantener la unión de una región, no haga lo mismo con sus vecinos de al frente, es decir, africanos y árabes.  Es el doble standard que tanto molesta y que, realmente, es lo que provoca tantos roces entre unos y otros.

No tiene sentido analizar en profundidad cada una de las aristas “negativas” que tiene este proyecto, ya que aquello sería muy largo y daría para una serie y profunda investigación.  En este sentido, lo que sí se puede hacer es revisar, someramente, algunos de los principales motivos que hacen dudar del éxito que pueda tener la Unión por el Mediterráneo.  Argumentos políticos, económicos y sociales.  Esa es la base de la desconfianza.

Lo primero es dejar en claro que no hay una postura única entre los diversos implicados en este asunto.  Al interior de la Unión Europea, no hay voces que vayan en contra de la corriente, pero ciertamente hay distintas velocidades, interpretaciones y expectativas en torno al Proceso de Barcelona.  Mientras la Francia “sarkozista” ha asumido un notable liderazgo y se ha movido para que este proyecto pueda dar sus primeros casos, otros países europeos no tienen la misma actitud.  Alemania, España e Italia mira con ciertas precauciones todo este suceso y da la impresión que tienen severas dudas respecto a si esto funcionará.  Otros miembros de la Unión Europea no están muy entusiasmados y sólo se preocupan de estar informados, lo cual es lógico, ya que, por ejemplo, es entendible que a los países bálticos les interesa más formar una alianza entre sí y con sus vecinos de la ex órbita soviética.  Finamente, también hay naciones, como Grecia, que se han convertido en fieles apoyos, aunque siempre desde un segundo plano.

Ahora, esta carencia de una mirada común es algo que también ocurre en los demás estados no europeos que forman parte del “Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo”.  En el norte de África, Argelia y Libia han dado muestras de no estar muy conformes con este proyecto y, tanto así, que el mandatario libio, Muammar Al Gaddafi, ha boicoteado la cumbre de Paris y ha dicho que él no está para que nuevamente los europeos vengan a pisotearlos.  No lo ha dicho con esas palabras, pero con el mensaje que entrega está claro que eso es lo que piensa.  Gaddafi incluso realizó un pequeño encuentro junto a otros líderes árabes, en junio pasado, en el cual dio a entender su postura y las dudas que tenía respecto al proyecto impulsado por Nicolas Sarkozy y avalado por los 27 estados miembros de la Unión Europea.  Los temores del coronel libio hacen referencia a una posible división al interior del mundo árabe y africano.  De hecho, le dijo a los representantes europeos que no se negocia, ni se dialoga con algunos países específicos, sino que con todos y que para eso están la Unión Africana y la Liga Árabe.  Finalmente, Gadaffi definió a este proceso como un “campo minado” y que en cualquier minuto puede estallar.

Pero él no es el único con aprensiones, ya que la mayoría de los estados magrebíes piensan que a la hora de establecer nexos y relaciones económicas los europeos van a intentar imponer sus términos, algo que no les gusta y que, de hecho, les ha ocurrido en el pasado.  Por eso, existen voces de discordia entre los países agrupados en la Unión del Magreb Árabe.  De ellos, son Argelia y Libia quienes muestran una mayor distancia respecto a una posible Unión del Mediterráneo.  Marruecos y Túnez, por el contrario, han manifestado su intención de colaborar con la creación de este proyecto, aunque siempre dejando en claro que no aceptarán ser socios de segunda categoría.

Respecto a los estados árabes, africanos y del Medio Oriente, el principal motivo que genera desconfianza es la idea de tener en un mismo bloque a Israel y otras naciones que todavía tienen problemas con dicho país. Y no son pocos, ya que Siria, Líbano, Autoridad Palestina, Libia y Argelia no tienen grandes relaciones con el gobierno israelí.  Incluso, anteriores aliados, como Mauritania, se han alejado un tanto.  Sólo Jordania y Egipto mantienen relaciones diplomáticas con Israel, a lo cual se suma una buena comunicación con las autoridades marroquíes.  Quizás, el único punto positivo sean los acercamientos entre Siria e Israel, bajo la mediación de Turquía.  Ahora, más allá de los problemas específicos que puedan tener países determinados, cabe preguntarse cómo se puede pensar incluir árabes e israelíes en una misma unión, si todavía no han solucionado muchos de sus conflictos.  Aún están presentes en la memoria árabe la invasión al Líbano, los altos del Golán y la creación del estado palestino como una nación reconocida legalmente en todo el mundo.  Por eso, pensar en una Unión del Mediterráneo con estos complejos escenarios aún sin resolver, no sólo parece inoportuno y desatinado, sino que también falto de respeto.  Antes de intentar crear nexos sólidos, lo primero es generar una base real de confianza y eso, claro está, no existe.

Además, por si fuera poco, las relaciones al interior de los diversos bloques regionales no son perfectas. La Unión Europea pasa por una nueva crisis tras el “No” de Irlanda al Tratado de Lisboa, la Unión del Magreb Árabe nunca ha podido consolidarse con una voz única y representativa de sus integrantes.  El conflicto del Sahara sigue dividiendo a marroquíes y argelinos y no da señales de pronta solución.  En Medio Oriente, los países árabes no están tan unidos, algo que no es novedad.  Siria y Egipto no poseen grandes relaciones;  Israel genera conflictos con Siria y Palestina; y, finalmente, no existe una entidad que agrupe a todos los estados de la región.  Lógico, porque mientras no se solucione el problema palestino aquello no podrá llevarse a cabo.

Estos hechos hacen pensar que quizás sería más lógico esperar que estas zonas logren unirse y cohesionarse como bloque, para, una vez que esto se lleve a cabo, intentar una unión de uniones.  Si el Magreb tiene una sola voz y lo mismo ocurriese con Medio Oriente, las reuniones y el diálogo con la Unión Europea serían mucho más fluidas y fáciles.  Lamentablemente, la realidad de hoy muestra falta de comprensión, pocos puntos de encuentro y muchos problemas aún por resolver.

Y hablando de coyunturas conflictivas, es necesario recordar algunas que, desafortunadamente, tienen mucho peso y relevancia.  Al mencionado problema árabe-israelí y a la cuestión palestino-israelí, hay que sumar el auge del terrorismo en el Magreb y, específicamente, en Argelia.  El asunto es que la mayoría de los blancos terroristas tienen como objetivo a los europeos o a representantes del gobierno argelino, que buscan una apertura y una menor influencia del Islam en la vida política.  Así las cosas, resulta difícil imaginar al pueblo de Argelia aceptando una unión con sus vecinos europeos, que, lamentablemente, para muchos argelinos no son más que rivales.  El Mar Mediterráneo también es escenario de enfrentamientos, ya que el asunto de la división de Chipre entre los greco y turcochipriotas es un problema de mucha profundidad y que incluso ha sido un obstáculo para el proceso de adhesión de Turquía a la Unión Europea.  Al respecto, nuevamente llama la atención que al gobierno turco le pongan como condición de entrada que normalice sus relaciones con Chipre, pero, curiosamente, para una Unión por el Mediterráneo, aquello no es un obstáculo.  Otra vez el doble estándar.  Finalmente, otro gran conflicto tiene que ver con las disputas por el petróleo, algo que involucra a Malta, Libia y Argelia, que no cesan en su disputa por yacimientos petrolíferos ubicados en la cuenca mediterránea.

Turquía es otro de los puntos fuertes dentro de los argumentos que permiten vislumbrar un futuro no muy promisorio para la Unión por el Mediterráneo.  Esto, porque Nicolas Sarkozy ha mencionado, en varias oportunidades, que no quiere a Turquía adentro de la Unión Europea, pero que a cambio les ofrece este proyecto mediterráneo.  Obviamente, esto es algo que no sólo molesta, sino que provoca un profundo sentimiento de traición por parte del gobierno turco, que ha realizado importantes avances en pos de obtener el anhelado ingreso a la Unión Europea.  Turquía ya ha dado muestras de su evidente prudencia y distanciamiento respecto al Proceso de Barcelona, tal cual se ha ido modificando con el paso del tiempo.  Los representantes del gobierno turco han dejado en claro que jamás serán integrantes si eso les significara no poder ser miembro pleno del bloque europeo.  Por eso, y como reflexión final, es necesario cuestionarse hasta qué punto se puede confiar en el “amigo” Sarkozy, que es capaz de acercarse a todos los árabes, africanos y turcos, pero no desde tan cerca.  Puede buscar puntos de encuentro, pero lejos de su casa, que es la Unión Europea.

En cuanto a la inmigración, es un tema que también puede traer muchas discusiones, especialmente tras la última y polémica medida adoptada por la Unión Europea, que permite, entre otras cosas, retener por hasta 18 meses a los inmigrantes ilegales antes de enviarlos de vuelta a sus países.  El punto es muy claro, ya que las políticas de inmigración y desarrollo utilizadas por España y la estrecha colaboración de este país con Marruecos en esta materia chocan con la postura intransigente de algunos gobiernos europeos.  Marroquíes y españoles ya han iniciado un trabajo conjunto y seguramente no estarán dispuestos a botarlo para satisfacer las necesidades o caprichos de otros estados.  Aún menos, porque lo que ellos han ido generando les ha entregado buenos resultados y, lo principal, un acercamiento entre ambas naciones.

Finalmente, es bueno reflexionar acerca de las realidades sociales, económicas y políticas.  Es un tema muy largo, pero claramente existe un desequilibrio en la manera de vivir entre los países que participan en el Proceso de Barcelona.  Por dar algunos ejemplos, las violaciones a los Derechos Humanos se mantienen como una constante en los estados magrebíes –con mayor y menor intensidad según el gobierno del cual se trate-, la pobreza sigue siendo una fuerte amenaza en el Magreb y Medio Oriente y la manera de sentir la religión es una diferencia demasiado grande entre europeos, árabes y africanos.  Si en la Unión Europea, el concepto ”Eurabia” genera temor y desconfianza, si las construcciones de realidad hechas por los medios mantienen una imagen negativa del Islam y si en países como Argelia la hostilidad hacia extranjeros no cesa, entonces es muy difícil lograr consensos, en todo tipo de nivel, ya sea gubernamental o entre los pueblos.

Último pensamiento

La Unión por el Mediterráneo suena muy bien y aparece como una idea muy bonita.  Sin embargo, no es lo que muchos quieren hacer creer.  Aquí, el espíritu está bien dividido y son muy pocos los que realmente quieren una integración plena con países magrebíes y árabes.  Se trata, más bien, de una unión que podría traer beneficios para todas las partes involucradas, pero especialmente  para algunos.

Los recursos naturales ubicados en las costas africanas del Mediterráneo (petróleo, gas y fosfatos, entre otros), los productos pesqueros de Mauritania y Marruecos, la posición estratégica de Medio Oriente y la gran importancia de Turquía, como vía de transporte de petróleo y gas desde Asia Central han llamado la atención de una Europa que está cada vez más preocupada por la escasez de recursos productivos.  Ya explotaron sus costas y su dependencia de Rusia en temas energéticos es algo muy grave para ellos.

Al mismo tiempo, la necesidad de mejorar las relaciones y así evitar más confrontaciones y nuevos peligros para la sociedad europea, han llevado a los líderes del Viejo Continente a realizar esfuerzos en pos de obtener nexos más positivos con estados árabes y africanos.

Pero no será fácil, ya que hay temas muy profundos por resolver.  Esta vez, a diferencia de anteriores ocasiones, África y el Mundo Árabe no están dispuestos a ser explotados y ya han reivindicado sus derechos.  Trato igualitario y nada de miradas con desprecio.  Ni favores, ni regalos. Simplemente, lo que corresponde.

Es así que la Unión por el Mediterráneo deja un manto de dudas, por mucho que la Cumbre de Paris llegue a ser un éxito.  Así, brota la gran pregunta.

Unión por el Mediterráneo, ¿un capricho destinado al fracaso?

 

Raimundo Gregoire Delaunoy
raimundo.gregoire@periodismointernacional.cl
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Entrevista a Abdelhadi Boucetta, embajador de Marruecos en Chile

Fecha 17/03/2008 por Raimundo Gregoire Delaunoy

“Una nueva cumbre de la Unión del Magreb Árabe debería ser una iniciativa demasiado importante, ya que el bloque está prácticamente paralizado desde hace unos 15 años”

Erick Belair / Yofui.com

Erick Belair / Yofui.com

Como en anteriores ocasiones, el recibimiento es fraternal, cálido y amable.  Da la impresión de estar en un lugar conocido, afable y acogedor.  Es aquí donde Abdelhadi Boucetta abre las puertas de la Embajada de Marruecos en Chile, dando inicio a un interesante diálogo con el embajador marroquí.  Diversos tópicos y diferentes miradas.  La visión del Marruecos de hoy.  Su política interna y sus relaciones con el mundo.  Los procesos de integración.  Y, por supuesto, el Sahara.  De todo se habló en esta grata conversación.

Por Raimundo Gregoire Delaunoy | 17 de marzo, 2008
Entrevista realizada en la Embajada de Marruecos
Santiago, Chile

Qusiera comenzar con un hecho actual.  Hace un tiempo los presidentes de Túnez y Mauritania se reunieron y hablaron sobre la posibilidad de realizar una nueva Cumbre de la Unión del Magreb Árabe.  ¿Qué piensa de esto?

Debería ser una iniciativa muy importante, porque la Unión del Magreb Árabe está prácticamente paralizada desde hace 14-15 años, asi que para los países y pueblos del Magreb Árabe una integración regional a través de una unión puede ser un punto muy positivo para el desarrollo de esta zona.  Además, para la Unión Europea, la Unión del Magreb Árabe podría ser un bloque muy importante, ya que aquí viven cerca de 100 millones de personas.  Hemos intentado acercarnos a Argelia, con quien tenemos las fronteras cerradas después de mucho tiempo, pero no ha habido una respuesta positiva por parte de nuestros hermanos argelinos y pienso que este tipo de cosas impide tener una verdadera Unión del Magreb Árabe.  Esta falta de comunicación, pero particularmente entre Argelia y Marruecos, es una piedra de tope.

Al analizar un poco la historia del Magreb, uno puede ver que hay países, como Marruecos y Túnez, que han tomado un camino muy diferente al de Libia y Argelia.  Estos últimos se han centrado mucho más en el contexto árabe y africano, mientras Marruecos y Túnez se han abierto al mundo.  Entonces, las relaciones magrebíes son muy inestables y cabe preguntarse de quién es la responsabilidad de esta situación.  ¿Es algo que incumbe a todos o sólo a los que se encierran en su marco regional?

Escúcheme, no puedo hablar de otros países, sólo puedo referirme a Marruecos.  Nuestra política siempre ha sido de apertura.  Marruecos es un país que trabaja mucho sobre las libertades públicas, libertad económica, liberación de la mujer, acceso a la salud y de un mejor vivir para la población.  Luchamos de manera firme contra la precariedad y hay una serie de asuntos que en estos momentos se analizan en el país.  Por ejemplo, los derechos humanos, que tiene un reflejo en el proceso de reconciliación que se está gestando, después de todo lo que ocurrió en los años duros de Marruecos.  Se trata de una comisión similar a la Comisión Valech de Chile y ha hecho avances extraordinarios, reconocidos por todas las instituciones y ONGs internacionales que trabajar en esta materia.  La situación de la familia y particularmente el rol de la mujer en la sociedad ha tenido un vuelvo muy grande tras la entrada en vigor de la Mudawana, una ley que ha sido considerada como revolucionaria y, específicamente, tratándose de un país árabe y musulmán.  La mujer tiene, prácticamente, los mismos derechos que el hombre.  Hemos avanzado mucho en temas como los niños, el divorcio, el matrimonio, el acceso a trabajo, etc.  Entonces, nosotros estamos en pleno movimiento y con una dinámica de modernización y apertura hacia el mundo.  La política exterior marroquí es, igualmente, una política de apertura hacia todo lo que ocurre en el mundo.  Y nosotros continuaremos ofreciendo todo lo que podamos en pos de asegurar la estabilidad, la seguridad y la paz en el mundo.

Hoy, debido a su apertura al mundo, a los cambios sociales y a las buenas relaciones con otras regiones y países, Marruecos podría ser considerado como un modelo para los países magrebíes.  Entonces, ¿cree que Marruecos pueda ser el camino a seguir en el Magreb?

Nosotros trabajamos en Marruecos, pero de ahí a ser considerado como modelo, bueno, eso no es nuestra decisión.  Son aquellos que desean vivir esa experiencia los que deben decidir si somos o no un modelo, porque cada país tiene sus particularidades y, entonces, cada uno decide seguir un modelo que sea el mejor para preservar sus intereses y la estabilidad.  Nosotros tenemos nuestras particularidades y utilizamos los medios necesarios para mantener la estabilidad que conoce Marruecos después de mucho tiempo.  Todo el trabajo que hacemos y los caminos que hemos abierto son para una mejor condición  para la población.  Ese es el objetivo esencial de nuestra política.

¿Cuál es la importancia de Marruecos en el Magreb?

Todos los países magrebíes son importantes, aunque claramente el motor lo constituyen Argelia y Marruecos, así como Alemania y Francia lo han hecho en la Unión Europea.  Entonces, es importante que existan relaciones sólidas e intercambios entre los estados magrebíes.  Si no tenemos eso, será muy difícil lograr una verdadera unión.

Tengo entendido que existe un proyecto de una Universidad del diálogo en el Magreb…

Escuche, hay una idea que está en vías de circular y es la creación de una universidad interreligiosa.  El movimiento fue iniciado por el presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, por el mandatario turco Abdullah Gül y con el apoyo de la ONU, dentro del contexto de la Alianza de Civilizaciones.  Existe un grupo de alto nivel constituido por importantes personalidades políticas del mundo, dentro de los cuales se cuenta un consejero judío de su majestad el rey Mohammed VI, algo inédito en un país musulmán.  Todo aquello que tenga una naturaleza de acercamiento de civilizaciones, culturas y religiones es bienvenido, especialmente en este mundo de hoy, tan lleno de turbulencias.  Existe una tendencia a encerrerarse dentro de las fronteras, de no abrir las puertas a los otros y de rechazar a los demás.  Por eso, hay que luchar por el proyecto de la Alianza de las Civilizaciones, que es defendido por la comunidad internacional y la ONU.  En eso estamos ahora.

A grandes rasgos, ¿cómo ve la situación del mundo árabe?

Nosotros tenemos una posición importante dentro del mundo árabe y de la Liga Árabe.  Sin embargo, adentro del mundo árabe hay problemas y dificultades.  Existen muchos conflictos como los que ocurren en el Sahara, Iraq, Líbano, la cuestión palestino-israelí y árabe israelí, Chad, Libia y Somalía.  Entonces, es importante tener una unión y un espacio para ésta.  Por ejemplo, el Consejo de la Cooperación del Golfo y la Unión del Magreb Árabe.  Es una contribución a la estabilidad del mundo árabe.  La Unión por el Mediterráneo podría ser importante también.  Es importante tener estabilidad.

Una parte de la política mundial sigue pensando en un mundo occidental europeo-cristiano y otro oriental.  Entonces, ven muy difícil una comprensión entre Europa y los países árabes y musulmanes.  Vemos el Proceso de Barcelona, la Unión por el Mediterráneo y la Unión del Magreb Árabe, ¿se podría decir que estos son ejemplos que demuestran la capacidad de diálogo entre árabes, musulmanes y europeos?

Claro que se puede vivir juntos.  Cada uno con sus particularidades e identidad.  La preservación de la identidad es algo esencial para el diálogo.  Es importante que cada uno defienda su identidad y que esté dispuesto a dialogar con el otro.  La política marroquí siempre ha sido, y lo vuelvo a repetir, una política de apertura, diálogo y alianzas.  El choque de civilizaciones, del cual tanto hablan, no lo considero como tal.  Es un choque de ignorancias, porque esas personas ni siquiera se conocen entre ellos.  Cuando haya diálogo, comunicación y conocimiento del otro, entonces ya no habrá choque.  Ocurriá una osmósis y eso es importante.  Toda la política de Marruecos , desde siempre, ha incluido el conflicto de Medio Oriente, por ejemplo, y siempre con ideas de acercamiento y apertura.  Nosotros luchamos para que haya paz definitiva entre dos estados de la región de Medio Oriente.  Palestina e Israel.  Ese es el factor esencial para la paz en esta parte del mundo.

Hoy, el terrorismo está muy presente, especialmente, en Argelia.  Tomando en cuenta esto, ¿puede existir una política regional, no sólo entre los magrebíes, sino que también con los estados mediterráneos, para luchar contra el terrorismo?

Claro que es posible.  Sólo falta la voluntad política para hacerlo, ya que la lucha contra el terrorismo se ha convertido en un fenómeno global y, por lomismo, no puede ser sino que global.  Una lucha a lo largo del mundo es lo lógico, ya que el terrorismo se nutre, igualmente, de los problemas y defectos.  A nivel mundial, regional, local, internacional.  En forma frecuente, se mueven en la brecha del descontento y la desunión.  El terrorismo es un fenómeno que se alimenta de los problemas existentes en el planeta.  Es por que que es bueno acercarse para resolver este problema.  Es un fenómeno complicado y tomaría mucho tiempo comenzar a unirse para luchar contra el terrorismo.

Marruecos tienes buenas relaciones con países tan diversos como Malí, Mauritania, Senegal, Estados Unidos, España y Bélgica, por dar algunos ejemplos.  Entonces, quisiera saber qué opina respecto a la posición de Marruecos dentro del contexto mediterráneo, africano, mabgrebí, árabe y, en general.

Marruecos es un país árabe y africano, que tiene como prioridad la consolidación de la Unbión del Magreb Árabe.  Evidentemente, tenemos informes abiertos acerca del mundo diverso que nos rodea.  Nuestras relaciones con los países árabes son ejemplares, con los africanos es muy profunda.  Todos los proyectos que se han hecho, decididos por su majestad el rey Mohammed VI, han estado en el nivel de los países menos desarrollados de África.  Nuestra política con los africanos es muy digna, porque hemos, por ejemplo, suprimido la deuda externa de los países menos avanzados del continente.  Es algo que muy pocos han hecho en todo el mundo.  Nuestra apertura en el Mediterráneo es histórica y antigua.  Por siempre, Marruecos ha sido un pueblo atlántico y mediterráneo.  Nuestra apertura al Mediterráneo es muy importante.  Hemos apoyado la propuesta del presidente francés, Nicolas Sarkozy, de la Unión por el Mediterráneo, declarada en marzo, en Tánger, en la visita de Sarkozy en Marruecos.  Esta Unión por el Mediterráneo ha sido aceptada por todos los miembros de la Unión Europea y empezó a tomar forma.  El Proceso de Barcelona también ha sido muy importante.  Siempre hemos sido un elemento activo de este proyecto, porque reafirma y consolida las relaciones entre el norte y el sur del Mediterráneo, entendiendo a ambas regiones como complementarias.  Eso tiene que vivirse en la comunión.

¿Cómo calificaría las relaciones entre España y Marruecos?

Bueno, España y Marruecos, como lo hemos dicho siempre, están condenados a entenderse, debido a la geografía.  Esta última determina muchas cosas y, frecuentemente, determina la historia.  Somos países vecinos y hay fricciones, como es entendible.  Son diferencias que relevan el peso de la historia, pero en estos momentos tenemos una dinámica muy positiva con España.  Existe, evidentemente, un problema con la inmigración, pero aquello no sólo compete a Marruecos y España, sino que es una temática global.  Prontamente tendremos una población de 200 millones de personas que seguirán emigrando hacia el norte.  Estos inmigrantes vendrán de países del sur y, específicamente, desde África.  Y, justamente, el paso de entrada más importante es Marruecos, en África, y España, en Europa.  Entonces, tiene que haber una unión a nivel internacional, para ayudar a estos países a controlar la inmigración ilegal.  Nosotros estamos por el desarrollo de los países del sur, hemos suprimido la deuda externa, para así mantener la población de esos países en su lugar natural de vida.  Pero, aparece de ese problema de inmigración, que es global, también hay otros asuntos con España.  Está el tema de la pesca, algunos problemas con marroquíes que viven en territorio español y otros puntos importantes.  Sin embargo, siempre hay una solución y el medio es el diálogo.  Podemos hablar de todo, podemos encontrar solución a todo.  Sólo es necesario dialogar, comunicarse y estar preparados para encontrar soluciones mediante las conversaciones.  Cada cual tendrá que hacer concesiones, porque no todos pueden ganar, y es importante discutir de igual a igual.  Las soluciones, a lo largo de la historia de la humanidad, siempre han sido encontradas después de las guerras.  Entonces, es importante darse cuenta que no es necesario pasar de nuevo por estos hechos  y que lo relevante es discutir desde el comienzo y así evitar la guerra.  Tenemos el ejemplo de Europa, con países que lucharon entre sí y que tuvieron terribles conflictos armados.  Sin embargo, ellos se sentaron para hablar y hoy vemos a una Europa modelo de integración y unión, sin fronteras y con plena apertura, a pesar de todo lo acontecido en el pasado.

¿Cómo calificaría las relaciones entre Marruecos y Chile?

Tenemos una muy buena relación con Chile y, particularmente, después de la visita del rey de Marruecos en 2004, que fue la primera vez en la historia que un jefe de estado árabe visitaba Chile.  Es algo muy importante, porque la primera visita de un rey marroquí es, al mismo tiempo, la primera de un gobernante árabe.  En esa ocasión se firmaron acuerdos de cooperación en agricultura, pesca y cultura.  Tenemos un acuerdo sobre el diálogo político entre ambos países y, también, exista una dinámica de inversiones.  Actualmente, inversores chilenos están interesados en invertir en el sector pesquero y agrícola marroquí.  Tenemos una comisión mixta, entonces existe una dinámica realmente interesante, basada en el diálogo y la cooperación.  Es una buena señal.

China es el cuarto socio comercial de Marruecos y posee, además, una gran presencia en África.  Por lo mismo, algunas personas piensan que esto es muy bueno, aunque otras afirman que hay que ser más cuidadoso con la presencia china en África.  ¿Qué piensa usted respecto a esta situación?, ¿existe realmente un riesgo o sólo son ideas en el aire?

No se puede olvidar que China es un mercado enorme y una economía en pleno crecimiento.  La economía china debe frenar un poco el ritmo de crecimiento, para así no desestabilizar la situación económica mundial.  El mercado chino es demandante de todo y la presencia china en África es importante, porque África es un continente en el cual están las reservas más grandes de materias primas en el mundo, algo que es demasiado relevante para el desarrollo de China y otros países.  No creo que exista un peligro, porque lo que está ocurriendo es una reformulación de todo el equilibrio mundial.  No se trata solamente de la presencia china y obviamente China no será el único factor que va a cambiar las cosas en el mundo.  Es cierto que China ha aumentado su presencia en África y, también, en otras partes.  Uno puede verla en América Latina, en Asia y en Europa.  China está por todas partes, algo que es normal.  Es un fenómeno que comienza a desarrollarse y por eso la integración es importante, ya que un país de 100.000 habitantes no puede negociar con la China, porque ese mercado no será importante para la economía china.  Sin embargo, un grupo regional puede entregar y recibir algo de China.

Hablaba de China, porque hay países que critican el actuar chino en el caso de Darfur.  En Sudán, China está muy presente económicamente, pero dejan aparte el contexto político y no se involucran mucho en la crisis sudanesa.  Entonces, algunos exigen que China también tenga un rol activo en el proceso de paz.  ¿Qué opina de esto?

Es muy sabido que la política exterior de China se basa en la no injerencia en políticas internas de los países y de siempre tomar una postura equilibrada.  Es algo muy sabio, pero también de interés, porque China no quiere verse involucrada en conflictos.  Lo que quiere China es mantener buenas relaciones con todos y por eso creo que su accionar en temas como Kosovo y Darfur va a ser muy moderado.  China no puede darse el lujo de enfriar o perder relaciones potenciales con otros estados, sea quien sea.

Si analizamos el devenir del gobierno marroquí y las informaciones publicadas en diversos medios, podríamos decir que existe una apertura cultural en Marruecos, pero también hacia el exterior.  ¿Piensa que eso puede ayudar a que los marroquíes tomen conciencia de sus valores culturales y, también, para que otros estados se acerquen a la cultura marroquí?

La cultura marroquí es muy conocida en el mundo y tenemos muchas cosas para mostrar, compartir y defender.  La cultura marroquí está enraizada en la historia.  La cultura es el punto principal de unión con los otros y, particularmente, con los países que geográficamente están ubicados lejos de Marruecos.  Por ejemplo, el objetivo de las jornadas culturales marroquíes que hemos organizado el año pasado en Chile fue, justamente, un hecho que posibilitó mostrar la cultura marroquí y eso es importante, porque la gente no conoce bien el lenguaje de otras naciones.  Las personas siempre aprenden las palabras vulgares.  En la cultura de los otros, uno aprende lo malo, pero siempre hay muchas cosas muy buenas e interesantes que no se conocen bien.  Entonces, lo más conocido son asuntos negativos.  La gente aprende los insultos, pero no, por ejemplo, la filosofía del lenguaje.  Por eso es importante acercar la cultura y el lenguaje a los otros, para que haya un mayor y mejor conocimiento.  Las relaciones culturales determinan, frecuentemente, todas las relaciones políticas, comeciales y sociales establecidas entre los países.  Se trata del conocimiento de pueblo a pueblo, de la cultura y no de un país a otro.  Son las costumbres, los hábitos, las tradiciones y los pueblos.

En Marruecos, el turismo, la agricultura y la pesca siguen siendo las principales fuentes económicas.  Entonces, quisiera saber si cree que algunos aspectos de la economía marroquí aún están subdesarrollados o que al menos necesiten un mayo trabajo específico.

La economía del país tiene aspectos muy importantes.  Tenemos sectores productivos como la agricultura, la pesca, el turismo y la minería.  Existe un Código de Inversiones que es muy liberal y ventajoso para los inversores extranjeros y nacionales.  Hay una tendencia  muy positiva por parte de los inversores extranjeros que se establecen en Marruecos.  Eso es un signo importante de estabilidad, de la existencia de un entorno de negocios importante y que es provechoso para los proyectos.  Claro que todavía hay cosas por mejorar, tenemos un tejido económico cada vez mejor en calidad, que atrae a muchos inversores de otros países hacia Marruecos.  Por ejemplo, hay chilenos que están interesados en realizar inversiones en el sector agrícola y pesquero.  También, están los estadounidenses, chinos coreanos y europeos.  Tenemos cerca de mil empresas españolas que se han instalado en Marrucos y unas 800 compañías francesas.  Renault, por ejemplo, va a instalar la usina de fabricación más grande en el norte de Marruecos, cerca de Tánger.  Entonces, hay un movimiento que es interesante.  Estamos en camino a contstruir uno de los más grandes puertos del Mediterráneo, el Tánger-Med, cerca del Estrecho de Gibraltar, que es muy importante en la ruta comercial y, hay que mencionarlo, es una de las más relevantes de todas las vías de comercio en el mundo.  Canal de Suez, Tánger-Med, Panamá.  Esa es la ruta ideal para el mercado asiático, americanos, europeo y africano.  Estamos en la zona de cruce de cinco continentes y es una posición estratégica.  En consecuencia, la cooperación con España es esencial, lo mismo que la estabilidad del sur del Mediterráneo.

Quisiera hablar un poco sobre la sociedad marroquí.  Marruecos es un país musulmán, pero con minorías cristianas y judías.  Lo positivo es que existe una tolerancia religiosa y, por ejemplo, la Unión Europea ha reconocido los evidentes progresos y el buen andar de Marruecos.    La gente tiene, en general, libertad para vivir y elegir y la Mudawana es una demostración.  Sin embargo, quisiera saber si cree que aún hay aspectos por mejorar.

La sociedad marroquí ha sido siempre muy tolerante y pluralista.  En Marruecos se pueden ver los distintos tipos físicos que existen en el mundo.  Desde la raza negra subsahariana hasta el prototipo escandinavo.  Por ejemplo, en las montañas del Rif viven mujeres y hombres que son muy parecidos a los habitantes de Suecia, Finlandia y Noruega.  En Marruecos están todos los tipos.  Escandinavo, negro, árabe, bereber, latino, etc.  Entonces, por definición, la sociedad marroquí es pluralista, multiétnica, multicultural y siempre mantienendo el diálogo entre las etnias, tribus y razas diferentes.  De por sí es una mezcla que ha existido a lo largo de toda la historia.  Podemos ver rutas de inmigración humana, de las más importantes, que pasan por Marruecos.  África, Medio Oriente, Europa y el acceso al Atlántico.  Es por esto que el territorio marroquí se ha convertido en un espacio de cruces, en el cual se conocen personas de diversas culturas, razas y religiones.  Siempre se ha hablado de Marruecos como un país de tolerancia y convivencia.  Por ejemplo, durante la presencia árabe en Andalucía, aquella región era considera como el modelo de convivencia y tolerancia en todo el mundo.  Judíos, cristianos y musulmanes vivían en una sociedad absolutamente abierta y respetuosa.  Además, hubo grandes desarrollos en las ciencias, la filosofía, la astronomía, en asuntos de sociedad y en códigos civiles, por ejemplo.  Hoy, todavía podemos ver nuevas Andalucías en este mundo y Marruecos es, justamente, una de esas nuevas Andalucías.

Marruecos es un país democrático, estable, en el cual los militares no tienen una gran influencia y, finalmente, donde sólo el terrorismo es una amenza.  Desde ese punto de vista, ¿cree que Marruecos es un ejemplo que desmitifica a los países árabes y africanos como centros neurálgicos de conflictos y problemas?

Como le decía, son los otros quienes deben decir “decido seguir a Marruecos como ejemplo”.  Nosotros trabajamos para dar, digamos, algo mejor a nuestro pueblo, que es lo más importante.  Buscamos facilitar las condiciones de vida y que haya un verdadero estado de derecho en todo el territorio del país.  Muchas organizaciones han reconocido nuestros esfuerzos orientados hacia ciertas áreas.  Y esto es una realidad extraordinaria para un país aún en vías de desarrollo.  Es la apuesta que hemos hecho, adoptada por su majestad el rey Mohammed VI, para mejorar la calidad de vida de nuestra gente.

Quisiera hablar de uno de los temas más complicados, es decir, el Sahara.  En marzo pasado se realizó la cuarta ronda de negociaciones y las posturas siguen siendo muy claras por lado y lado.  ¿Cómo vislumbra este asunto?

La historia del Sahara es muy simple y no es necesario complicarse.  Para nosotros, se trata de un grupo de separatistas marroquíes, apoyados por Argelia y que desean crear un nuevo estado en la región, para así facilitar el acceso de Argelia al Océano Altántico y encerrar a Marruecos dentro de una presencia hegemónica argelina.  Para nosotros se trata de un asunto de integración y soberanía nacional y nunca abandonaremos esto, porque un país no negocia su soberanía, ni tampoco su integridad territorial.  Es cosa de revisar la historia.  Y cuando el Frente Polisario y los argelinos hablan de la decolonización, ¿de qué hablan?, ¿qué fue colonizado?, ¿acaso un estado que se llamaba Sahara?.  Eso no existe, no había ningún país llamado Sahara al momento de la colonización europeo.  Lo colonizado era un territorio marroquí y la decolonización significa devolver los terrenos conquistados a la patria original.  Ese es el objetivo del acuerdo que firmamos con España, en Madrd.  Los saharawis son tribus que se mueven a lo largo y ancho del Sahara.  Están en Marruecos, Argelia, Mauritania, Malí y Chad.  Están en toda la continuidad de la zona sahariana.

Marruecos habla de una autonomía.  ¿Cree que ese sea el camino?

Ya hemos entregado un proyecto de autonomía y estamos muy abiertos a la negociación, pero no podemos ir más lejos, ya que no podemos negociar nuestra soberanía e integridad nacional.  La autonomía es una solución.  Queremos hablar con los separatistas y no sé si algún otro país ha hecho eso, pero nosotros sí.  Estamos abiertos a todas las soluciones y negociaciones, pero nuestra soberanía e integridad no se negocia.  También, debemos decir que el problema del Sahara es entre Marruecos y Argelia y no entre el Frente Polisario y Marruecos, porque el Frente Polisario es Argelia.

Entonces, ¿el conflicto del Sahara sería un obstáculo para una verdadera Unión del Magreb Árabe?

Sí.  De momento que se firmó la creación de la Unión del Magreb Árabe, en Marrakesh, en 1989, todos los jefes de estado se comprometieron a respetar la soberanía e integridad territorial de los países firmantes.  Todo eso quedó muy claro, entonces empezar un proceso de creación de un nuevo estado adentro de esta unión es aberrante.  Personalmente, no veo que la Organización de Estados Americanos, por ejemplo, vaya a crear un nuevo país en América.  Tampoco veo que las organizaciones internacionales apoyen la creación de las FARC como un estado.  En Asia tampoco se puede pedir el nacimiento de un nuevo país.  Entonces, la situación del Sahara podría crear precedentes peligrosos para el mundo.

¿Se puede encontrar una solución al problema del Sahara?

En política todo es posible.  La solución depende de Marruecos y Argelia.  Cuando nuestros vecinos deseen encontrar la solución al conflicto del Sahara, entonces habrá solución.  Ahora, si Argelia continúa apoyando la creación de un nuevo estado en el Magreb, ella misma tendrá problemas en su territorio.  Ellos tienen el asunto de la Kabilia y los tuaregs, que luchan por su independencia.  De hecho, existe una guerra contra los tuaregs de Malí y Argelia.  Eso puede entregar una inestabilidad a toda la región del Sahara.  La solución al problema del Sahara contribuirá a darle estabilidad a la zona y a lucha de mejor forma contra el terrorismo.  Ahora, si desean crear un estado saharawi, entonces eso debiera incluir a todo el Sahara.  Marruecos, Argelia, Mauritania, Túnez, Chad, Sudán, Libia y Egipto.  El Sahara es eso y no solamente el Sahara marroquí.  Entonces por qué tiene que ser Marruecos quien entregue una parte de su territorio.  Por qué no lo hace otro país.

Quisiera saber si usted cree que lo acontecido en Kosovo podría ser un precedente para el conflicto del Sahara.  Le pregunto esto, porque el Polisario ha dicho que esto sería así…

Es algo que no tiene relación.  El problema es, por ejemplo, que Argelia apoya la autodeterminación del Sahara, pero se declara en contra de la independencia de Kosovo.  Entonces, qué quiere decir esto.  Es una contradicción y lo que les interesa es preservar las relaciones con Rusia.  Son intereses y no principios.  Hablando de Kosovo, es algo absolutamente diferente, porque es toda la región de los Balcanes la que ha sufrido con las masacres y se trata de un país dividido y con muchas diferencias étnicas.  Los kosovares y los serbios, por ejemplo, son dos religiones, dos etnias y dos culturas.  Sin embargo, en el Magreb y el Sahara, es una sececión de un grupo minoritario muy pequeño de Marruecos, pero que habla la misma lengua y que tiene la misma cultura y religión de los marroquíes.  Lo que quiero decir es que el asunto de Kosovo es una excepción y no la regla.   Es un problema muy especial, muy sui generis y que no se va a repetir.  No podemos seguir ofreciendo independencias a todos grupo humano que tenga una cultura, un idioma y hábitos diferentes, porque así llegaríamos a tener una infinidad de países en el mundo.  La integración es la opción.

Kosovo, Osetia del Sur, el Sahara, etc., ¿estos movimientos sólo existirían para hacer ruido, ya que carecerían de una base lógica?

Nada de lógica. Nada.  Todo lo que ha pasado en el espacio soviético, igualmente, es un problema.   Es la desintegración de un país y eso es un enorme problema para el mundo.  Sin embargo, no podemos empezar a revisar todos los tratados antiguos y no podemos permitir eso, porque si empezamos, entonces nunca terminaremos.  Tenemos que encontrar soluciones integrales y hay que modificar el nuevo concepto de soberanía.  No estamos en el siglo 19, eso es tiempo pasado.  Con Internet y la tecnología no podemos quedarnos encerrados en las fronteras.

Entonces, ¿cree que la integración no sólo es el futuro en África y el Magreb, sino que en todo el mundo?

Escuche. Escuche, la futura lucha del mundo va a ser por la sobrevivencia, por la salud, por la distribución del agua y para compartir.  La lucha no será por conquistas de territorios o por la creación de nuevos estados.  Existen peligros mucho más importantes para la humanidad…

En ese contexto, ¿la integración sería la mejor solución?

Es la solución.  La integración con autonomías al interior de los países, esa es la opción.  Existen, por ejemplo, las autonomías españolas que en realidad son verdaderos países al interior de uno, pero eso se realiza porque existen particularidades muy especiales.  En todos los estados hay diferentes costumbres, culturas, personas, etc., pero todos viven en el mismo país.  En Chile, la gente es difererente, pero no vemos una división entre los del norte y los del sur.  Acá todos son chilenos.  También puede ver lo mismo en el caso de Alsacia y el País Vasco.

Para terminar, ¿cómo ve a Marruecos en el futuro?

Tenemos que trabajar en el presente para asegurar el futuro.  Veo a Marruecos en el contexto de la globalización y esto es muy importante.  Por eso, hay que reducir la brecha digital existente entre el norte y el sur.  Tenemos que realizar más inversiones en tecnología y educación.  Debemos trabajar unidos en temas como la salud, prevención de riesgos, etc.  Por ejemplo, los virus no atacan países, sino que regiones.  Tenemos que luchar contra las amenazas externas y no contra estados.  Los fenómenos climáticos, la salud, las diferencias económicas y la contaminación.  Esa es nuestra lucha.

 

Raimundo Gregoire Delaunoy
raimundo.gregoire@periodismointernacional.cl
@Ratopado

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El Magreb dentro del mundo árabe-musulmán, ¿ser o no ser?

Fecha 23/05/2007 por Raimundo Gregoire Delaunoy

Por su ubicación geográfica, el Magreb aparece como una zona geopolítica de alta importancia y, por lo mismo, se convierte en un área estratégica.  Establecido en el norte de África, se constituye como un punto de encuentro, no sólo entre los estados que lo componen, sino que entre las diversas culturas, razas y religiones colindantes.

 Raimundo Gregoire Delaunoy  | 23 de mayo, 2007
francia (disponible en francés)

bandera-umaPara entender la realidad del Magreb es necesario ir más allá de sus límites.  En términos más precisos, se trata de vislumbrar al “vecindario” completo.  Hacia el sur limita con el África Negra; por el norte se encuentra con el mundo mediterráneo y la Europa Latina; en el borde oriental choca con Medio Oriente y Asia; y, hacia la parte occidental se hunde en el Océano Atlántico.  Entonces, se pueden desprender algunas conclusiones, que aunque parezcan demasiado obvias, es bueno recordarlas.

En primer lugar, el Magreb es africano, pero de población mayoritariamente árabe y musulmana.  En segundo lugar, en las costas mediterráneas se fusionan el legado europeo (francés, español, italiano y griego) y el de otras civilizaciones (fenicios, turcos, árabes y cartagineses).  En tercer lugar, junto al sur europeo, Turquía, Líbano e Israel forman una zona marítima común.  En cuarto lugar, el Magreb es la puerta de entrada a Europa, África, Asia y Medio Oriente.  Finalmente, junto a los países árabe-africanos, poseen cerca del 70% de la población árabe del mundo[1].

Es así que hablar del Magreb significa hacer mención a un “camino de caminos”, los cuales conducen a diversas regiones geopolíticas.  Pero no sólo se trata de términos físicos o territoriales, sino que también involucra la variable ideológica o religiosa.

Ya se ha dicho que el Magreb forma parte de África y, por ende, de la Unión Africana (UA); también se conoce la existencia de la Unión del Magreb Árabe (UMA); y, obviamente, es parte del mundo mediterráneo.  Ahora bien, dichas uniones, salvo la UMA, no tienen relación con la religión o la cultura de los países.  Entonces, si apelamos a estos elementos, nos encontramos con la real amplitud del mundo magrebí.  Como países eminentemente árabe-musulmanes, son parte insoslayable de la visión cósmica del universo islámico y árabe y, entonces,  no debiera extrañar que los integrantes de la UMA tengan un campo de acción, pero ya no sólo en África, sino que también en una dimensión que no tiene límites físicos: Argelia, Libia, Marruecos, Mauritania y Túnez son estados miembros de la Liga Árabe y la Organización de la Conferencia Islámica.

Concretamente, la Unión del Magreb Árabe (UMA) aún carece de la fuerza necesaria para establecerse como una organización de influencia mundial o continental.  Sólo tiene injerencia en lo relativo a los países magrebíes, pero debido a su debilidad estructural y al escaso tiempo de vida[2], todavía no se ha podido constituir como un bloque poderoso y capaz de imponer sus términos.

Con este contexto, todo indica que los países por sí solos pueden tener más peso que la UMA.  En la práctica los hechos son así, ya que Argelia y Marruecos, pero especialmente el primero de ellos, son importantes actores dentro del mundo árabe y musulmán.  A ellos se suma Egipto, un estado que no pertenece al Magreb, pero que sí está en África.  La República Árabe de Egipto es un país que siempre ha tenido relevancia en la política mundial, quizás bajo el eterno recuerdo de la grandilocuencia de la antigua civilización egipcia, pero no se puede desconocer su peso dentro del entorno árabe y musulmán.

Para darse cuenta de la importancia de estas naciones se hace imperioso realizar un análisis de la situación política, económica y social en el Magreb, el África árabe-musulmana[3], Medio Oriente, Egipto y la Península Arábiga.  A ellos, hay que sumarle las minorías musulmanas en India y China[4], la región separatista de Chechenia, Bosnia-Herzegovina y otros estados islámicos del mundo[5].

En términos políticos, Turquía, Irán, Egipto, Irak, Palestina y Arabia Saudita son los países de mayor influencia, no sólo en el seno de la Conferencia Islámica o la Liga Árabe (en caso que corresponda), ya que también poseen un alto grado de injerencia en la diplomacia internacional.  La importancia de estas naciones radica, esencialmente, en la historia de sus pueblos, el liderazgo natural que han llevado durante siglos y la contingencia actual que los envuelve.

Turquía lucha por ingresar a la Unión Europea, mientras se acentúan las diferencias entre los grupos laicistas e islamistas; Irán prosigue con su programa nuclear y hace un tiempo anunció el inicio del proceso industrial del enriquecimiento de Uranio; Egipto busca evitar la instauración de una teocracia y enfrenta a la Fraternidad Musulmana; Irak sigue sumido en los problemas originados por la invasión de las fuerzas internacionales y por la guerra civil entre sunitas y chiítas; Palestina no cesa en sus intenciones legítimas y ajustadas a derecho de convertirse en un estado, pero debe buscar una solución a las divisiones internas y la difícil convivencia del gobierno de unidad; y, finalmente, Arabia Saudita mantiene sus vínculos con Estados Unidos, se establece como el  bastión del wahabismo y, últimamente, ha tenido un rol importante en el conflicto palestino-israelí.

En lo referente al comercio y la economía mundial, se repiten Irán, Irak y Arabia Saudita, a los cuales se unen Indonesia, Nigeria, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos.  Todos los países en cuestión poseen importantes reservas de petróleo, lo que les otorga gran relevancia a la hora de fijar precios y, por ende, entregarle estabilidad a los mercados bursátiles nacionales e internacionales.  Pero en estados como Irán e Indonesia, no sólo reciben ingresos por la explotación del “oro negro”, sino que también gracias al gas, un bien que cada vez se hace más valioso.  A tal nivel llega la dependencia de otras naciones en el gas o el petróleo iraní, que, por ejemplo, China y Rusia han sido acérrimos defensores del gobierno de Mahmoud Ahmadinejad.  A ello se suma el hecho que en marzo pasado se inauguró un gasoducto –ubicado en territorio iraní y armenio-, que permitirá a la vecina Armenia conseguir gas por medio de un abastecedor que no sea Rusia.

En el aspecto socio-cultural, Irán, Turquía, Arabia Saudita, Palestina, Egipto y Argelia aparecen como los principales centros impulsores de movimientos reformistas o, por el contrario, tradicionalistas del Islam.  Mientras Turquía se muestra ante el mundo como una nación musulmana, pero de gobierno laico, en Arabia Saudita, Egipto y Argelia destacan corrientes o grupos radicales como los wahabitas, la Fraternidad Musulmana y el Frente Islámico de Salvación.  Dichas tendencias político-religiosas –el caso de estas dos últimas- aparecen con la fuerza necesaria para transformar sociedades.  Mientras la Fraternidad Musulmana lucha por aquello, el Frente Islámico de Salvación ya tuvo un papel trascendente en la reconstrucción del país y en la política argelina.  En Irán, pero específicamente en Qom, se desarrolla el más alto estudio del Islam, destacando la rigurosidad de los teólogos.

En cuanto a Palestina, se produce una atractiva fusión entre distintas tendencias islámicas, diversas ideologías políticas –muchas de ellas arraigadas en un sustento socialista o marxista- y las diferentes estructuras culturales.

Situación actual del Magreb

Tomando en cuenta el sucinto análisis del mundo árabe-musulmán, cabe preguntarse cuáles son las reales posibilidades del Magreb.  ¿Hasta dónde puede llegar el poder y la influencia de las naciones magrebíes? ¿tienen un sustento lo suficientemente sólido para convertirse en un cuarto centro árabe e islámico, tras Medio Oriente, la Península Arábiga y Egipto? ¿el sueño de un Gran Magreb, líder del universo árabe-musulmán, es real o fantasía?

Para contestar estas preguntas, es importante conocer el hoy de la región.  En este sentido, hay que destacar que a pesar de las notorias diferencias entre los estados magrebíes, no se puede soslayar el hecho que poseen una historia bastante similar.  Es cierto, con distintos matices y procesos que no siempre fueron de la mano, pero, superficialmente, se podría establecer la siguiente secuencia:

colonización – independencia – falta de estructura política – falta de recursos – problemas  étnicos – gobiernos totalitarios – socialismo – apertura hacia el liberalismo – lenta democratización – crecimiento económico – aparición del terrorismo – mano dura con los grupos terroristas – resurgimiento de movimientos religiosos extremos

Claro, no todos los países pasaron por la misma línea de sucesos, pero se podría decir que esa es la columna vertebral.  Ahora bien, ¿cuál es la utilidad de esta espiral secuencial?  Bueno, sirve para entender el proceso por el cual ha pasado el Magreb y que, por lo mismo, ha impedido un mayor progreso –en los campos políticos, económicos y sociales- de la región.

Económicamente, existe una desigualdad evidente.  Los índices de PIB per cápita (2007) de Libia, Argelia y Túnez están por sobre los de Marruecos y Mauritania[6].  Las cifras son inapelables y muestran a Libia con 5.271 dólares, Argelia con 4.027 y Túnez con 3.180.  Bastante más abajo se ubican Marruecos y Mauritania, con 1.989 y 1.194, respectivamente.  Lo más preocupante es que mientras Mauritania posee la mayor tasa de crecimiento para el 2007, con una proyección del 10.6%, Marruecos apenas llega a un 3.3%, siendo el más bajo del Magreb.  Túnez, Argelia y Libia se ubican entre los dos polos, al registrar una proyección de crecimiento de 6.0%, 5.0% y 4.6%, respectivamente[7].  Cabe recordar que la tasa de crecimiento de África está fijada en 5.9% para el 2007, lo cual nos demuestra que muchos países africanos –especialmente los productores de petróleo- están creciendo a un ritmo mayor al de los magrebíes.

Como era de esperar, Argelia posee el mayor PIB de la zona (137.178 billones de dólares), seguido por Marruecos (61.110), Libia (38.800), Túnez (33.080) y Mauritania (3.537)[8].

Sin embargo, otros índices permiten ser más optimistas.  Es el caso de la inflación, que salvo el caso de Libia (24,4% en 2005)[9], todos los países del Magreb poseen registros de un solo dígito: Marruecos y Túnez, 2%; Mauritania, 5,1% y Argelia, 5,5%[10].  El promedio africano es de un 10,6%, lo cual demuestra la tendencia a la estabilidad de los precios no sólo en el Magreb, sino que también a lo largo de todo el continente.

Política y socialmente, las diferencias también son bastante explícitas.  En Túnez, Ben Alí gobierna desde 1987, siendo elegido Presidente en las elecciones de 1989, 1994, 1999 y 2004.  Para poder participar en los comicios de 2004, se debió realizar una modificación a la Constitución, para que así pudiese aspirar a un cuarto mandato[11].  Pero lo peor no es que en los últimos 20 años gobierne la misma persona, sino que la manera de establecer y manejar el poder.  Desde comienzos del régimen de Ben Alí se han llevado a cabo diversas protestas, demandas y acusaciones por parte de asociaciones de Derechos Humanos, acusando al Presidente tunecino de violar los derechos inalienables de toda persona.  Las torturas y detenciones se han convertido en algo normal dentro de este tipo de gobierno, que goza de poder absoluto, ya que en las últimas elecciones legislativas arrasó y se constituyó como la principal fuerza política.

En Argelia la situación no parece estar mejor y tras 15 años de inestabilidad, luchas armadas y lo que muchos consideran como una guerra civil, el poder parece tambalear.  Aun cuando se han celebrado elecciones presidenciales y legislativas, el ambiente está pletórico de rivalidades, muchas de ellas provenientes de hace décadas.  Uno de los principales problemas ha sido la irrupción del FIS como una importante fuerza política, en detrimento del FLN, acostumbrado a ser el partido de gobierno y amplio dominador en los comicios.  Al igual que su vecino Túnez, la represión por parte del gobierno y sus fuerzas de seguridad ha minado el proceso de lenta democratización.  A este gran problema se suman las constantes revueltas en la inagotable Kabilia, la difícil situación de etnias como los beréberes y los tuaregs y el siempre latente y presente peligro de grupos terroristas, dentro del cual destaca el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate, el cual es uno de los principales aliados y brazos armados de Al Qaeda en el norte de África.

En Libia, Muammar al Gaddafi lleva 38 años en el poder y no ha dado grandes señales de cambiar el sistema imperante.  Si bien abandonó los métodos terroristas y los programas de construcción de armas de destrucción masiva, aún queda un manto de interrogantes por sobre la aparente pasividad del gobierno libio.  Su bonanza económica y una diplomacia mucho más inteligente le han permitido gozar de más estabilidad en los últimos años.  El último incidente tiene que ver con las cinco enfermeras búlgaras y el médico palestino, condenados a muerte luego de ser declarados culpables de haber infectado con SIDA y en forma voluntaria a 426 niños en el Hospital de Benghazi, en 1998.  La Unión Europea ha tenido una activa participación en el hecho y en enero de este año amenazó a Libia con “revisar” las relaciones en caso de no llegarse a una solución “positiva, equitativa y rápida”.

En Marruecos, se viven momentos de relativa calma y la mayor preocupación del rey Mohamed VI parece estar centrada en el desarrollo económico y cultural del reinado.  Atrás quedaron las malas experiencias del pasado, experimentadas, principalmente, por Hassan II en la década de los años setenta.  Hoy, Marruecos realiza intensos y sistemáticos intercambios y acuerdos comerciales, culturales y sociales con España, Bélgica, Burkina Faso, Malí y Camerún, entre otros países.  A pesar de tener estabilidad interna, el mayor problema tiene que ver con la cuestión del Sahara Occidental, que aún no ha sido definida.  En lo social, otro de los inconvenientes se relaciona con la inmigración ilegal, no sólo de marroquíes, sino que de africanos, los cuales utilizan a Marruecos e Islas Canarias como vía de ingreso hacia Europa. El tema humanitario y los abusos cometidos por las fuerzas marroquíes y españolas se han establecido como dos puntos fijos en la agenda de conversaciones entre Marruecos y España.

En Mauritania, hace poco se realizaron las primeras elecciones democráticas y transparentes de toda la historia, que culminaron con la victoria de Sidi Ould Cheikh Abdallahi en la segunda vuelta electoral.  El caso mauritano ha sido todo un ejemplo, ya que la transición democrática tuvo un camino menos sufrido que en el caso de otras naciones.  Para muchos, el actual reto de la República Islámica de Mauritania será saber mantener la institucionalidad y los elementos propios de la democracia, al mismo tiempo que deberá bregar por una serie de problemas, que han postrado a los mauritanos a vivir en la pobreza durante décadas.  Otro gran desafío tiene que ver con las pugnas entre la población árabe y beréber del norte mauritano y los habitantes negroafricanos del sur del país.  En años anteriores, estas diferencias provocaron sangrientas luchas y movilizaciones, las cuales incluso derivaron en problemas limítrofes entre Senegal y Mauritania.

¿Hacia dónde se dirige el buque magrebí?

Entonces, analizando la situación económica, política y social del Magreb las conclusiones comienzan a brotar espontáneamente.  Existen, como era de esperar, elementos que juegan a favor y en contra del mundo magrebí y sus pretensiones de transformarse en un referente del universo árabe-musulmán.  Claro, muchos caerán en la inevitable comparación con los otros ejes del mundo árabe e islámico, pero lo cierto es que aquello no es justo, ni tampoco correcto.  No se pueden comparar realidades tan distintas, ya que a pesar de tener una religión común y, en algunos casos, una cultura y un idioma compartido, las notorias diferencias geográficas, físicas y contextuales de una y otra región hacen estéril cualquier tipo de paralelo que busque establecer lo “mejor” y lo “peor”.

Efectivamente, el Magreb está a años luz de países ricos y desarrollados como Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Qatar, los cuales poseen grandes e importantes reservas de petróleo en pequeñas superficies territoriales.  Algunos de estos países apenas superan el millón de personas[12] y, por lo mismo, logran un nivel de vida demasiado alto en comparación al resto de las naciones árabes y musulmanas.  Respecto al Medio Oriente, Egipto y otras naciones asiáticas, la brecha se ha acortado y, de hecho, los índices económicos son bastante parejos.  De todas formas, la tarea no sólo incluye igualar o superar las tasas de crecimiento del PIB, los niveles de inflación o la balanza de pago.  Se trata de establecer una buena distribución de las riquezas y de educar a las masas.

Culturalmente, el Magreb nada tiene que envidiar a otras zonas del mundo, ya que posee una exquisita y especial fusión de elementos culturales, raciales y religiosos, que le otorgan un atractivo sin iguales.  Durante años se produjo un intercambio mercantil entre europeos, africanos y asiáticos, lo cual derivó en transmutaciones de la cultura.  Es así que el arte, la literatura, la arquitectura, la gastronomía y la pintura, por dar algunos ejemplos, presentan cánones y estilos incomparables y muy propios de esta zona.  Al mismo tiempo, la mezcla racial entre beréberes, árabes, negros, blancos europeos y otros pequeños grupos minoritarios entregan una composición étnica interesante y de gran trascendencia.  En ella se unen el nomadismo y el sedentarismo; el tribalismo africano y los sistemas modernos.

Quizás la aparición de líderes políticos de real peso a nivel internacional y un  vuelco hacia Oriente, mediante la oposición ante Occidente, podrían darle un rol más protagónico al Magreb.  Hoy, en una época de divisiones religiosas, muchas veces no se puede ser amigo de unos y otros.  Lamentablemente, la política actual y la diplomacia mundial obligan a establecer alianzas permanentes, aunque forzosas.  Es lo que ha ocurrido con la crisis nuclear iraní, con la famosa “guerra contra el terrorismo” y la crisis del pueblo palestino.

Tal vez, el error magrebí ha sido fijarse en los puntos de desencuentro más que en los de encuentro y, por ello, la Unión del Magreb Árabe sólo es un compromiso firmado.  Si eliminan sus fronteras ideológicas, si adoptan una postura abierta al diálogo y si buscan la solución a sus problemas limítrofes, entonces quizás logren entablar un lugar de reunión en el cual la conversación y los acuerdos sean lo principal.  Si aquello ocurre, podrán tener un mensaje único e inequívoco, capaz de ser comprendido por todo el mundo árabe y musulmán.  Recién ahí, la Conferencia Islámica y la Liga Árabe los mirarán con más respeto y les otorgarán las responsabilidades y el puesto que, previa demostración de aquello, les pertenece.

Pero si continúan en el balancín eterno, pensando si les conviene apoyar a Irán, Palestina e Iraq o si es mejor mantener  buenas relaciones con la Unión Europea y Estados Unidos, entonces no tendrán un lugar.  Ni en la comunidad europea y sajona, ni en el mundo árabe-musulmán. Ni en occidente, ni en oriente.

Ni en el Magreb, ni en el Mashrek.



[1] Según los datos estadísticos de la Guía del Mundo 2007, el Magreb aporta con el 23.08% de la población árabe total; si se le suman los otros estados africanos (43.80%), el total de los países árabe-africanos es de 66.88%).

[2] Hay que recordar que la Unión Africana se estableció recién en febrero de 1989.

[3] Defino como “África árabe-musulmana” a la zona que abarca países que sin ser parte del Magreb poseen una importante cultura árabe y/o musulmana y una población que, aunque negroide, presenta ciertos rasgos arábigos, moros o beréberes.  Hablamos de Malí, Níger, Chad, Djibouti, Sudán y Somalía.

[4] Se estima que en China habría al menos 30 millones de musulmanes.  En India, el número sería cercano a los 130 millones.

[5] Afganistán, Albania, Azerbaiyán, Bangladesh, Benín, Brunei, Burkina Faso, Camerún, Comoros, Costa de Marfil, Gabón, Gambia, Guinea, Guinea-Bissau, Guyana, Indonesia, Kazajstán, Kirguistán, Maldivas, Mozambique, Nigeria, Pakistán, Senegal, Sierra Leona, Suriname, Tayikistán, Togo, Turkmenistán, Uganda y Uzbekistán.

[6] Fuente: Fondo Monetario Internacional

[7] Ibid

[8] Fuente: Fondo Monetario Internacional.  Las cifras de Libia corresponden a 2005.

[9] Fuente: Banco Mundial

[10] Fuente: Fondo Monetario Internacional

[11] La Constitución establecía que un Presidente podía ejercer como tal sólo tres veces.

[12] Entre los tres estados suman 8.472.507 habitantes.

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