Misceláneos
Tarifa, un espacio mágico
Ubicada en el sur de España, a solo 14 kilómetros de Tánger, Marruecos, esta pequeña localidad de casi 19.000 habitantes se puede jactar de tener todos los elementos para que la gente pueda vivir en paz y alegría. Buen clima, frutas, verduras, personas amables, mar y pescado. Por si fuese poco, el turismo permite aplacar […]

Ubicada en el sur de España, a solo 14 kilómetros de Tánger, Marruecos, esta pequeña localidad de casi 19.000 habitantes se puede jactar de tener todos los elementos para que la gente pueda vivir en paz y alegría. Buen clima, frutas, verduras, personas amables, mar y pescado. Por si fuese poco, el turismo permite aplacar los efectos de la crisis económica que ha azotado a España y, con particular fuerza, a Andalucía.

Raimundo Gregoire Delaunoy | 14 de agosto de 2014

La figura de Guzmán el Bueno es un sello de Tarifa. Tiene estatua y un castillo, pero, además de eso, es un personaje histórico que nadie puede ignorar, ya que, a fines del siglo 13, tuvo un rol fundamental en la liberación de Tarifa de manos de los merinidas (dinastía de origen bereber que tuvo su principal eje de dominio en el actual Marruecos). Esta historia, justamente, define muy bien lo que es Tarifa, es decir, un punto de encuentro entre Europa y África; entre Marruecos y España; entre árabes y bereberes y españoles; entre cristianos y musulmanes; entre el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico.

Su arquitectura es una fiel demostración de aquello, ya que en el pueblo conviven la Puerta de Jérez, el castillo de Guzmán el Bueno y el edificio del Ayuntamiento. Ahí, se pueden apreciar los distintos estilos arquitectónicos, mezclando lo árabe y lo español, o sea, lo andaluz. Y lo mismo se puede decir de su gastronomía, abundante en pescados (un clásico es el filete de atún), calamares, pulpos, frutas y verduras, sabores que se repiten en Tánger, al otro lado del mar. Las aceitunas, el aceite de oliva, el vino tinto, el gazpacho y la refrescante sangría también son parte del menú tarifeño.

(Fuente: Raimundo Gregoire Delaunoy)

Y todo esto se puede comer en el paso peatonal de la Alameda, donde se ubican algunos sencillos y bonitos restaurantes, pero también en las casas de los acogedores habitantes locales. Con su acento típico andaluz, pero específicamente tarifeño. Como si fuese otro continente. Ni África, ni Europa. Algo intermedio. Siempre ordenado y limpio. Con mucho viento, pero sin frío, ni tampoco gran calor.

(Fuente: Raimundo Gregoire Delaunoy)

Y ahí están las playas, con sus agradables aguas, ideales, entre otras cosas, para el windsurf y el kitesurf, dos actividades deportivas y turísticas que sustentan económica y recreativamente a Tarifa.

En las cercanías, la isla de las Palomas –donde se dice que hay un centro de detención de inmigrantes clandestino-, reservas naturales y las carreteras que llevan a diversos puntos de la hermosa Andalucía.

Recorrer el pueblo no tomará mucho tiempo, pero sí dejará gratas conversaciones con los tarifeños, pero también con los extranjeros que decidieron radicarse en este punto  de encuentro y fusión cultural. Y a solo 45 minutos de Marruecos, otro mundo y otra cultura.

Pero que no es tan lejana a la de Tarifa. Y eso, justamente, uno de los grandes atractivos de esta ciudad, es decir, la convergencia de historias y civilizaciones como los fenicios, los bereberes, los árabes, los ibéricos y, ya en época modernas, los españoles y marroquíes.

Un imperdible.