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El Cuerno de África y su lucha contra las langostas

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El Cuerno de África y su lucha contra las langostas

Fecha 18/06/2020 por Raimundo Gregoire Delaunoy

Afectado por el cambio climático, conflictos político-sociales y la hambruna, el Cuerno de África agregó una nueva preocupación en octubre de 2019. En aquel entonces, comenzó una invasión de langostas del desierto, generando mucha preocupación y poniendo en riesgo alimentario a millones de personas en dicha zona de África. Con el paso de los meses, cabe preguntarse cuál es la situación actual de este fenómeno que ha adquirido, según la misma Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), proporciones bíblicas.

Raimundo Gregoire Delaunoy | 19 de junio de 2020

La historia del Cuerno de África habla por sí sola y muestra las dificultades que ha enfrentado esta región, que, por lo demás, es una de las más importantes de la geopolítica mundial. En este sentido, basta con revisar algunos acontecimientos de los últimos años para darse cuenta de la magnitud del problema. Por ejemplo, entre marzo y junio de 2018 hubo terribles inundaciones, mientras que entre junio y septiembre del mismo año tuvo lugar un brote de la fiebre del Valle del Rift en Kenya y Somalía. Poco después, en octubre de 2018 y septiembre de 2019, habría hitos en la sequía que afecta a África Oriental, la cual comenzó en 2016 y que ha significado que más de 20 millones de personas hayan tenido que desplazarse y/o enfrentar drásticos cambios en su vida cotidiana. Luego, entre octubre y noviembre de 2019, se producirían las peores inundaciones desde 1997, con montos de precipitaciones que superaron en un 300% lo normal. Esto generó 250 muertos y 2,8 millones de personas afectadas. Y, por si fuese poco, en octubre de 2019 comenzó la actual plaga de langostas del desierto, que se desarrolló, al inicio, en Etiopía, Kenya y Somalía. Mientras en territorio etíope y somalí no había ocurrido algo así en 25 años, en el caso de Kenya un registro de tal nivel se encontraba 70 años atrás.

Si bien los países del Cuerno de África han comenzado a trabajar para mejorar la condición de vida de sus habitantes, este proceso es aún incipiente y, para peor, acompañado de grandes desigualdades socioeconómicas. Además, se trata de estados con una gran fragilidad institucional, lo cual ha impedido, entre otras cosas, una mayor integración regional. A pesar que existe la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD), las relaciones entre los estados miembros siguen siendo irregulares y marcadas por los vaivenes regionales. Mientras Kenya ha avanzado en pos de consolidar un sistema político democrático, Etiopía recién en 2018 optó por esta senda, aunque, debido al Covid-19, no se pudieron realizar las elecciones generales anunciadas y que serían claves para ver hacia dónde iba el país. En paralelo, Eritrea y Djibouti siguen siendo gobernados por dictaduras, en tanto que Somalía lucha para fortalecer su sistema federal, el cual siempre está amenazado por Al Shabaab y la fragmentación interna (como principales ejemplos aparecen los casos de Somaliland y Puntland). Por último, en Sudán del Sur recién se están dando algunos pasos hacia el fin de las hostilidades y la consolidación del estado, mientras que en Sudán cayó Omar al Bashir, pero aún es incierto el camino que seguirá dicho país, el cual estuvo férreamente marcado por una dictadura de muchos años. Desde la llegada de Ahmed Abiy al poder de Etiopía, como primer ministro, comenzaron a soplar nuevos vientos en la región. Esto implicó que Eritrea y Etiopía sellaran la esperada paz, pero también que se produjeran otros importantes movimientos diplomáticos en la zona. Así, Eritrea y Somalía restauraron sus nexos, en tanto que estos dos últimos y Etiopía firmaron un acuerdo de cooperación económica. Además, tras diez años de congelamiento, Djibouti y Eritrea anunciaron la normalización de su vínculo, mientras que Eritrea y Somalía declararon la reapertura de sus embajadas. Estos son algunos de los principales cambios, pero también se debe mencionar que ha habido disputas diplomáticas. La más famosa es la que han mantenido Kenya y Somalía por aguas territoriales, pero a eso se debe sumar la pugna entre Djibouti y Kenya por un cupo como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.

La presentación llega a dar escalofríos. Y eso que podría ser peor, pues a lo mencionado previamente se deben sumar, entre otros, la actividad terrorista de Al Shabaab, la piratería -por más que en los últimos años haya bajado considerablemente-, el fenómeno migratorio, la inestabilidad político-social, la presencia de refugiados y los conflictos internos y regionales. En resumen, el Cuerno de África es una zona en la cual viven cerca de 214 millones de personas, muchas de las cuales sufren por estos problemas, pero, además, por la falta de alimentos. Según la FAO, 70 millones de habitantes de esta región se ven enfrentados a la inseguridad alimentaria, lo cual se explica, entre otros motivos, por las condiciones climáticas -una zona árida o semiárida que alterna sequías con inundaciones-, los conflictos, la explosión demográfica, la precariedad institucional o gubernamental y la baja productividad de la agricultura.

En este contexto, es necesario entregar unas cifras sobre la situación de los refugiados y los desplazados internos de la región. Según datos de la Organización Internacional para la Migración (IOM), en 2019 había 8,1 millones de desplazados internos y 3,5 millones de refugiados en el Cuerno de África y África Oriental. En detalle, algunos casos son llamativos. Por ejemplo, en Somalía hay 2,6 millones de desplazados internos por la sequía y los conflictos, a lo cual se deben agregar 5,4 millones en condiciones de inseguridad alimentaria. La situación de Somalía es aún más dramática si se toma en cuenta que 775.484 somalíes dejaron su país y fueron acogidos, como refugiados, en los países del Cuerno de África y Yemen. En el caso de Etiopía, llegó a tener 3,1 millones de desplazados internos, pero en abril de 2018 ya eran 2,3 y en octubre de 2019 la cifra era menor a 100.000 personas.  Eso sí, Etiopía alberga a 763.827 extranjeros, la mayoría provenientes de otros países del Cuerno de África. A su vez, Uganda acoge a cerca de 1,4 refugiados y, a nivel continental, ocupa el primer puesto en este ítem. Por último, Sudán del Sur anota 1,7 millones de desplazados internos, lo cual demuestra que la inestabilidad política y social genera desplazamientos masivos. Muchas de estas personas terminan en otros países, pero otros tantos se mueven al interior de las fronteras. Completando el panorama de los desplazados internos, Sudán tiene cerca de dos millones, en tanto que Somalía se anota con 810.000 aproximadamente. Djibouti y Eritrea no tienen cifras oficiales, mientras que Kenya ronda los 150.000.

En este contexto, la plaga de langostas del desierto ha sido una mala noticia para una región que, como se pudo ver en los párrafos previos, ya tenía una serie de problemas por resolver y que, peor aún, mantiene a millones de personas en condiciones de vida muy precarias. En este escenario, la invasión de langostas solo vino a empeorar la situación alimentaria.

¿Qué ha pasado y cuál es la proyección?

Primero, es necesario tener una noción acerca de lo que significa esta plaga de langostas del desierto, la cual ha sido catalogada como “severa y aguda”. Según la FAO, al menos 25,3 millones de personas sufren, en el Cuerno de África, por la inseguridad alimentaria y 11 millones de ellas se encuentran en áreas amenazadas por las langostas. Al respecto, cabe recordar que un enjambre (de langostas) de un kilómetro cuadrado puede comer, en un día, lo mismo que 35.000 personas, en tanto que, de no tomarse las medidas adecuadas, la cantidad de langostas del desierto podría aumentar en 400 veces. Sobre esto último, en época de plaga, las langostas se pueden diseminar a través de un área de hasta 29 millones de kilómetros cuadrados, es decir, podrían llegar hasta 60 países.

Lo anterior se traduce, en términos económicos, en la necesidad de contar con 231,6 millones de dólares para que la FAO pueda llevar a cabo una rápida respuesta. Como se puede ver, son números bastante contundentes, pero lo positivo es que los recursos económicos han llegado. De hecho, se han recaudado 144 de los 231,6 millones de dólares necesarios, lo cual asegura que se podrá actuar en los países del Cuerno de África (Djibouti, Eritrea, Etiopía, Kenya, Somalía, Sudán y Sudán del Sur), pero también en otros cercanos (Tanzania, Uganda y Yemen).

El problema es que las proyecciones de la FAO aseguran que la plaga aumentará en escala a través de Etiopía, Kenya y Somalía. Durante junio, se extenderá hacia el norte, en algunas zonas de Etiopía, Eritrea, Somalía y Sudán. Lo anterior es preocupante, ya que en esa fecha comienza la actividad agrícola en dichos países y, de hecho, el principal efecto de esta plaga es que la cosecha estacional podría disminuir en gran forma. Si se toma en cuenta el peor escenario pronosticado por la FAO, hacia fines de año, entre 2,5 y 4,9 millones de personas entrarían en fase de crisis alimentaria.   

Según el último reporte de la FAO, correspondiente al 13 de junio, los enjambres avanzarían hacia el norte, llegando a Etiopía y Sudán. En caso que efectivamente llegaran a territorio sudanés, ahí podrían emigrar a la región oriental de Chad, pero solo si es que encontraran las condiciones áridas ideales en Sudán. Si llegase a pasar a Chad, entonces podrían seguir su paso, eventualmente, por el Sahel. La buena noticia es que esta amenaza solo duraría cuatro semanas, ya que luego comenzaría la temporada estival de lluvia en Sudán.

Para ver la imagen amplificada, pinche sobre la misma.

En paralelo, en Yemen habrá importantes movimientos internos de enjambres, los cuales podrían llegar hasta el noreste de Etiopía y el norte de Somalía. Finalmente, la FAO sugiere que Etiopía, Sudán y Sudán del Sur se mantengan en alta alerta durante las próximas semanas, mientras que África Occidental debe seguir tomando medidas preventivas. En Eritrea, unos pocos enjambres, provenientes de Etiopía, podrían llegar al sur y a las tierras bajas de la región occidental del país. En cuanto a Djibouti, unos pocos grupos y pequeños enjambres podrían arribar, desde Etiopía y Somalía, al sur del territorio.

Respecto de la situación en Somalía, lamentablemente aumentarán los enjambres, especialmente en el centro y norte del país, en tanto que, en Kenya, también se producirán estos grupos y enjambres, los cuales emigrarán hacia el norte una vez que las condiciones atmosféricas sean más secas.

Como se puede ver, la situación es dramática y seguirá generando sufrimiento por al menos tres o cuatro semanas más. Además, existe la posibilidad que las langostas sigan avanzando y pongan en riesgos a regiones tan lejanas como el Sahel, la Península Arábiga, algunas zonas de Medio Oriente, Irán y parte del subcontinente indio. Así, es fundamental que los gobiernos del Cuerno de África mantengan sus esfuerzos y medidas, lo cual debe ser acompañado por el apoyo de organismos internacionales y ciertos estados desarrollados. Así ha sido hasta ahora y, gracias a eso, se han podido tomar medidas al respecto. Finalmente, así como la actual pandemia de Covid-19 ha generado un debate respecto de la cooperación internacional y la integración regional en asuntos sanitarios, la presente plaga de langostas del desierto también debiese significa que ciertos países generen políticas comunes para enfrentar a este tipo de crisis. Al igual que la salud, los alimentos no pueden esperar y siempre deben estar disponibles para el ser humano.

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Abiy Ahmed, un digno y merecido ganador del Premio Nobel de la Paz

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Abiy Ahmed, un digno y merecido ganador del Premio Nobel de la Paz

Fecha 11/10/2019 por Raimundo Gregoire Delaunoy

Más allá de lo que digan los eternos críticos, que nunca encuentran algo bueno y que siempre ven dobles lecturas donde no las hay, el Premio Nobel de la Paz sigue siendo un importante hito anual. No solo porque es un potente símbolo, sino que por el hecho de premiar, en forma concreta, a quienes luchan por un mejor mundo. Suena cliché, pero es real.

Raimundo Gregoire Delaunoy | 11 de octubre de 2019
(originalmente publicado en Cooperativa.cl)

Sin embargo, es cierto que ciertas nominaciones o premiaciones habían generado polémica en los últimos. Por ejemplo, los premios entregados a Barack Obama (2009) y la Unión Europea (2012). Junto a ellos, la nominación de Greta Thunberg en la presente versión del Premio Nobel de la Paz.

Es por eso que darle el Premio Nobel de la Paz a Abiy Ahmed, actual primer ministro de Etiopía, no solo es algo justo, sino que también un tremendo espaldarazo para esta importante institución. Al respecto, cabe resaltar lo más evidente, es decir, Ahmed firmó la paz con la vecina Eritrea y puso término al “estado de guerra” que imperaba desde 2000. En este sentido, es necesario recordar que Etiopía y Eritrea enfrentaron una guerra entre 1998 y 2000, la cual finalizó con el Acuerdo de Argel (2000). Sin embargo, las tensiones se mantuvieron hasta 2018, año en el cual ambas partes acordaron dejar atrás décadas de conflicto y, entre otras cosas, asumir las fronteras establecidas en el Acuerdo de Argel.

Apenas ocurrido esto, algo tan básico como realizar llamadas telefónicas desde un país al otro pudo concretarse. Después, seguirían otros hitos, como reapertura de embajadas, apertura de fronteras, creación de comisiones, visitas recíprocas, circulación de personas y, lo principal, un aire de paz en una zona (el Cuerno de África) que ha sufrido por males como el terrorismo, la sequía, las disputas fronterizas y la carencia de una integración social, política y económica.

Pero esto no fue todo, ya que los “nuevos aires” impulsados por Abiy Ahmed –quien también realizó grandes reformas internas, tendientes a democratizar al estado etíope y a buscar un equilibro étnico- llegaron a los demás países de la región. Es así que Eritrea y Somalía restablecieron sus relaciones diplomáticas, en tanto que Djibouti y Eritrea destrabaron su situación y, tras diez años, normalizaron sus nexos. Por si fuese poco, Eritrea, Etiopía y Somalía firmaron un acuerdo de cooperación política, económica, social, cultural y securitaria, a lo cual sumaron la generación de una comisión conjunta tripartita. Todo esto, promoviendo la paz regional. Lo anterior ha sido acompañado por otros movimientos, los cuales han incluido avances en los vínculos bilaterales de los estados de la región y, quizás lo principal, en los asuntos multilaterales del Cuerno de África. Y aunque ha habido algunos problemas, como la disputa marítima entre Kenya y Somalía o una polémica entre Eritrea y Djibouti (la cual fue solucionada), no se puede negar que los progresos han sido evidentes.

Además, se han creado diversos proyectos de integración, los cuales incluyen líneas ferroviarias, creación de más vuelos entre los países de la región, mayor comercio, construcción de autopistas, inversión en puertos, seguridad fronteriza, lucha contra el terrorismo y disminución de visados para los africanos.

Hoy, a pesar que falta mucho para que el Cuerno de África pueda respirar tranquilo, el trabajo de Abiy Ahmed asegura que, más allá de las dificultades que han aparecido y seguirán emergiendo, el proceso va bien encaminado. Etiopía y sus vecinos comienzan a recibir más apoyo internacional –lo cual debe ser tomado con precaución, pues las potencias ya se muestran sus dientes en la lucha geopolítica por esta importante región- y empiezan a tejer una red de vínculos diplomáticos que deberían llevarlos a fortalecer la integración regional y africana. Eso sí, habrá que tener cuidado con las “ayudas” y los “buenos consejos” de las potencias externas y, como se ha dicho en el último tiempo, todo deberá basarse en la premisa de “buscar soluciones africanas para los problemas africanos”.

En resumen, que un conflicto histórico, como el que mantenían Eritrea y Etiopía, haya llegado a su fin es una noticia esperanzadora y, por supuesto, merecedora del reconocimiento internacional. Por eso, a celebrar el Premio Nobel de la Paz recibido por Abiy Ahmed, el “reformista”. Que sus pares regionales se contagien e inicien la apertura, sin miedos, hacia una democratización política, social y comercial. Es lo que necesita África.

Es lo que necesita el mundo actual.

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Lecciones de Argelia y Sudán

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Lecciones de Argelia y Sudán

Fecha 11/04/2019 por Raimundo Gregoire Delaunoy


Con apenas unos días de diferencia, el argelino Abdelaziz Bouteflika y el sudanés Omar al Bashir debieron dejar el poder en sus respectivos países. Algunos dirán que eran presidentes y otros afirmarán que eran autócratas o tipos autoritarios. Sin embargo, es justo decir, en honor a la verdad, que la mano de hierro del sudanés no tiene comparación respecto a lo hecho por su par argelino, pero no se puede esconder que el régimen de Bouteflika excedió los tiempos y terminó por colmar la paciencia de los argelinos.

Raimundo Gregoire Delaunoy | 11 de abril de 2019

Bouteflika estuvo en el poder durante 20 años (1999-2019) y al Bashir lo superó en diez (1989-2019). Fueron gobernantes que, con diferentes estilos y en contextos muy particulares, pasarán a la historia por haber caído gracias a las protestas pacíficas del ciudadano común y a la intervención de las fuerzas armadas. Estas últimas, dejaron de apoyar a ambos y optaron por ponerse al lado de la gente. Claro, dirán que lo hicieron en forma estratégica, para así no perder sus regalías, es decir, buscarán un modelo democrático (o que al menos se acerque más a la democracia), pero sin perder su influencia y poder. La gran pregunta, en caso que esto sea así, es si los argelinos y sudaneses estarán dispuestos a eso. El pueblo está cansado y ya perdió el miedo.

Si bien años atrás cayeron Ben Alí (Túnez), Hosni Mubarak (Egipto); Ali Abdullah Saleh (Yemen) y Muammar al Gaddafi (Libia), lo ocurrido en Argelia y Sudán es muy simbólico. Básicamente, porque el proceso de caída de Bouteflika y al Bashir –especialmente en el caso del primero- fue menos sangriento. Mientras en Argelia no hubo muertos, en Sudán sí lo hubo (11 o 14, según distintas fuentes), pero al menos se evitó un choque frontal entre diversos grupos (civiles y estatales).

Sin embargo, ahora vendrá lo más difícil y, en este sentido, hay que tener mucha habilidad política. Hoy, las transiciones de ambos países están lideradas por los jerarcas militares, los mismos que fueron parte de los gabinetes de Abdelaziz Bouteflika y Omar al Bashir. Por ende, es natural que aparezcan dudas sobre hacia dónde irá el buque. En el caso argelino, ya se estableció que el 4 de julio habrá elecciones presidenciales y en ella no podrá participar el actual presidente interino (un cercano a Bouteflika). A su vez, la situación sudanesa es más incierta, pues recién ahora cayó el régimen de al Bashira. Por ahora, solo se sabe que habrá una transición de dos años (a cargo de los militares) y que, además, la Constitución será disueta. Junto a esto, habrá liberación de presos políticos, estado de emergencia por tres meses y toque de queda por un mes.

Al analizar lo que ocurre en Argelia y Sudán, se puede ver con claridad que la gente o, si se prefiere, el pueblo rechaza cualquier continuidad de los regímenes que acaban de caer. Esto es sumamente comprensible, pero, al mismo tiempo, muy peligroso. Es una espada de doble filo, pues ese ímpetu democrático puede ser el motor de una transición exitosa, pero también corre el riesgo de convertirse en una piedra de tope. Es muy complicado pensar en transar o ceder luego de dos o tres décadas dominado por dictadores (Al Bashir) u autócratas (Bouteflika), pero es necesario para que el paso desde una dictadura (o régimen autoritario) hacia una democracia sea lo más pacífico posible y, por ende, tenga un excelente resultado. Hemos visto lo ocurrido en Libia y esto debe ser puesto como ejemplo de cuán mal se pueden hacer las cosas. Al mismo tiempo, se puede examinar la transición chilena como un modelo interesante. No por cuestiones económicas –ya sabemos que fue la base de un sistema que tiene ahogado a la mayoría de los chilenos-, pero sí por la habilidad de haber salido de una larga dictadura, haber pasado con éxito los primeros años de frágil institucionalidad democrática y, finalmente, haber sido capaz de establecer una democracia como tal. Claro que se pueden mejorar aspectos, pero no se puede dudar que las dificultades propias del proceso fueron abordadas de buena forma.

Ahora, Areglia y Sudán deberán enfrentar la parte más compleja, que es dejar los festejos y empezar a trabajar para que todo lo acontecido genere cambios reales y no termine siendo, como en el caso de Egipto, una movida propia del Gatopardo. En este sentido, será un gran desafío para los argelinos y sudaneses, pero también para los países vecinos. En caso de necesitarse mediaciones, será fundamental que los mediadores sean estados del Magreb y del Cuerno de África, que son los espacios geopolíticos donde se desenvuelven Argelia y Sudán, respectivamente. Y si esto no fuese posible, entonces la Unión Africana debiese ser el organismo encargado de apoyar estos procesos. La injerencia extranjera, es decir, la participación de las grandes potencias (Estados Unidos, la Unión Europea, China y Rusia) y aquellas de tipo emergente (Turquía, Qatar, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos e Irán), debería ser evitada, para así no cometer los mismos errores del pasado, lo cual se ha visto –con historias, contextos y actores muy diferentes- en Siria, Afganistán, Irak, Libia y Malí. No se debe olvidar que los intereses geopolíticos son muy poderosos y que los estados más fuertes pueden asumir cambios en los liderazgos internos, pero que nunca estarán dispuestos a perder o poner en riesgos sus intereses (económicos, políticos, militares, etc.).

Por último, lo acontecido en Argelia y Sudán puede significar que lleguen nuevos aires en los procesos de integración del Magreb y del Cuerno de África, respectivamente. Mientras Argelia se ha visto involucrada en el conflicto del Sahara –apoyando al Polisario y, de esta forma, manteniendo con vida a un choque generado por el colonialismo y la Guerra Fría-, Sudán ha sido un factor de división en el siempre denso y complejo tejido diplomático del Cuerno de África. Es así que un gobierno argelino dispuesto a dialogar con Marruecos y establecer una política de dos velocidades (una dedicada al asunto del Sahara y otra que promueve la integración regional) aportaría mucho para el sueño de integración magrebí. En paralelo, los cambios generados por los nuevos tiempos de Abiy Ahmed, primer ministro de Etiopía, han generado expectación en el Cuerno de África, especialmente porque, al menos en el nivel diplomático, se ha avanzado en el camino de la solución de conflictos. Por ejemplo, la normalización de los nexos entre Etiopía y Eritrea y los avances (pequeños, medianos o grandes) en disputas como aquellas entre Egipto, Sudán y Etiopía (represa en el Nilo), Kenya y Somalia (límites marítimos), Djibouti y Eritrea (conflicto fronterizo) y Somalía y Somaliland (este último, una autoproclamada república cuyo territorio es parte de Somalía).

Además de esto, existen diversos proyectos de integración en infraestructura, lo cual tiene que ir acompañado de una base sólida de entendimiento entre los países de la región. Es así que en el Magreb se está avanzando en el proyecto de un tren magrebí –por ahora incluiría a Marruecos, Argelia y Túnez- y hace tiempo que se está llevando a cabo la carretera transahariana, mientras que, en el Cuerno de África, hace poco fue inaugurada la línea de ferrocarril que une a Etiopía con Djibouti, pero existen otras iniciativas ferroviarias como las líneas Etiopía-Eritrea, Etiopía-Kenya y Kenya-Sudán del Sur. Por si fuese poco, estos proyectos ferroviarios involucran a Rwanda, República Democrática del Congo, Tanzania, Burundi y Uganda, lo cual generaría una gran conectividad terrestre en África Oriental. ¿Algo más? Claro, porque existe el deseo de construir el “Corredor Lamu” –que incluiría, entre otras cosas, carreteras, puertos, líneas de tren y un oleoducto-, el cual uniría a Kenya, Sudán del Sur, Etiopía y Uganda.

En resumen, el fin de los regímenes de Abdelaziz Bouteflika y Omar al Bashir dejan una serie de lecciones y desafíos. Dentro de las primeras, la importancia de realizar manifestaciones pacíficas (y persistentes), la necesidad de actuar en forma rápida cuando una situación amenaza con transformarse en un choque violento, aprender a escuchar a la gente, comprender que los tiempos actuales necesitan soluciones democráticas y no dictatoriales y asumir que ningún tipo de gobierno puede mantenerse en el tiempo si no toma medidas que favorezcan a la mayoría y no a las élites. Entre los segundos, cómo construir nuevas institucionalidades democráticas, entender que las democracias africanas o asiáticas no tienen por qué ser iguales a las de “Occidente”, implicar a todos los segmentos políticos y étnicos en los procesos de democratización y fomentar la creación de un nuevo sistema interno que permita establecer, en el largo plazo, buenas relaciones con los vecinos. Todo lo anterior, comprendiendo que se vive en un mundo globalizado y en el cual los estados (o estados-nación) van perdiendo fuerza ( y a veces soberanía) respecto de los bloques de integración (regional, continental o mundial).

En este contexto, es de esperar que los procesos de Argelia y Sudán terminen bien. Aquello sería un bálsamo en zonas que, en las últimas décadas, han vivido procesos complejos y, normalmente, acompañados de violencia, fragmentación e inestabilidad. Mientras África no solucione sus problemas, la dependencia de los capitales extranjeros seguirá siendo una realidad y, entonces, la utilización de sus recursos naturales (y las riquezas generadas por éstos) permanecerá bajo la voluntad de las potencias o, si se prefiere, de las grandes empresas que los exploran y explotan.

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La invisibilidad de África en Chile: el caso de la (des)igualdad genérica

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La invisibilidad de África en Chile: el caso de la (des)igualdad genérica

Fecha 27/12/2018 por Raimundo Gregoire Delaunoy

El pasado 18 de octubre, Paul Kagame, presidente de Rwanda, se convirtió en noticia obligada, ya que hizo un cambio de gabinete y en este último apostó por la igualdad genérica. Así, estará conformado por 50% de mujeres e igual proporción de hombres. La situación llamó la atención, pero tampoco sorprendió tanto, pues Rwanda tiene una tasa de participación femenina muy alta en el ámbito legislativo. De hecho, el 61,3% de quienes integran el Parlamento de Rwanda son mujeres.

Raimundo Gregoire Delaunoy | 27 de diciembre de 2018

(Fotografía: Getty Images)

Días después, otro país africano, ahora Etiopía, causó revuelo, ya que, por primera vez en su historia, nombró (a través de su Parlamento) a una mujer como presidenta del país. Si bien es un cargo simbólico –el que tiene el poder es el primer ministro-, no deja de ser un dato relevante. Tanto así, que Sahle-Work Zewde es, en la actualidad, la única jefa de estado de África.

Pero esto no es todo, pues el reformador Abiy Ahmed –que se ha convertido, sin dudas, en uno de los grandes personajes políticos del año- ya había dado otro paso, pues la semana anterior había nombrado a su gabinete y en éste optó, al igual que Kagame, por la paridad genérica. Así, diez de sus integrantes son mujeres y la misma cantidad corresponde a hombres. Aún más, se la jugó nombrando a una representante femenina en cargos tan importantes –e históricamente reservados para alguien del género masculino- como en el Ministerio de Defensa.

Para tener una mayor noción sobre lo acontecido en Etiopía y Rwanda, cabe revisar algunas cifras. Según datos de la Unión Interparlamentaria, en 2017 había apenas seis países (a nivel mundial) con 50% o más de mujeres en jefaturas ministeriales. En dicho listado, resaltaban Rwanda (7°, con 47,4%), Sudáfrica (9°, 41,7%) y Uganda (19°, 36,7%).

Respecto de la participación parlamentaria femenina, solo dos estados tenían, en su Parlamento unicameral o su Cámara Baja, una tasa de 50% o más, destacando Rwanda (1°, 61,3%), Senegal (7°, 42,7%), Sudáfrica (9°, 42%), Namibia (12°, 41,3%), Mozambique (13°, 39,6%), Etiopía (17°, 38,8%) y Angola (19°, 38,2%).

¿Dónde se ubica Chile en estos rankings? En el primero, aparece en el puesto 22°, con un 34,8% de ministerios a cargo de mujeres, en tanto que en el segundo figura en el lugar 128°, con un débil 15,8%. ¿Cuál es la media mundial? En el caso de los ministerios, la tasa de participación femenina es 18,3%, mientras que en el ámbito parlamentario es 23,3%.

Una medición más permite profundizar en el tema de la (des)igualdad genérica en África y Chile. Según el Índice de Brecha de Genero de 2018, el cual es publicado por el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), tres países africanos se ubican entre los 20 primeros del listado. Se trata de Rwanda (6°), Namibia (10°) y Sudáfrica (19°). A ellos se deben agregar Burundi (31°), Uganda (43°), Zimbabwe (47°) y Mozambique (49°), quienes integran el selecto grupo de los 50 mejores del mundo.

Por ítem, dado que el índice del WEF involucra a cuatro variables, siguen llegando buenas noticias provenientes de África. Es así que en «participación económica y oportunidad» destacan Benín (4°), Burundi (5°), Guinea (7°), Camerún (8°), Namibia (12°), Botswana (13°), Ghana (25°), Rwanda (30°), Kenya (37°), Zimbabwe (40°), Liberia (41°) y Madagascar (48°), mientras que en «logros educacionales» resaltan Botswana, Lesotho -los cuales comparten el primer lugar con otros 24 estados del mundo- y Namibia (42°). A su vez, en «salud y supervivencia», Angola, Botswana, Eswatini, Kenya, Lesotho, Malawi, Mauricio, Mozambique, Namibia, Sudáfrica, Uganda y Zimbabwe se ubican en el grupo de 40 países que se posicionan en la primera plaza a nivel mundial. Por último, en «empoderamiento político», África vuelve a sobresalir, ya que Rwanda (4°), Sudáfrica (17°) y Namibia (20°) están entre los 20 primeros, en tanto que Mozambique (26°), Senegal (30°), Uganda (32°), Burundi (40°), Tanzania (43°) y Liberia (47°) aparecen en el segmento de los 50 mejores.

¿Qué ocurre con Chile en el índice del Foro Económico Mundial? A nivel general, ocupa el casillero número 54, es decir, es superado por siete estados africanos. En lo particular, Chile tiene sus mejores resultados en «empoderamiento político» y «logros educacionales», ubicándose en los puestos 31° y 37°, respectivamente. Algo más atrás aparece en «salud y supervivencia» (59°) y, en algo preocupante, queda bastante lejos en «participación económica y oportunidad», donde se queda con el lugar 120°.

En resumen, lo que ocurre con Etiopía, Rwanda y otros países de África amerita mayor difusión, pues dichos estados, al igual que Chile y la mayoría de los países del mundo, están en plena lucha por la igualdad genérica. Además, uno de los temas principales de debate ha sido, justamente, la participación de las mujeres en diversos ámbitos como la política, el mercado laboral y la educación. Por eso, genera tristeza que, nuevamente, se le entregue poca visibilidad a lo que pasa con los estados africanos, en particular, y con África, en general. Hace unos días, la prensa chilena no tuvo problemas en informar sobre un accidente ferroviario en un país de dicho continente, pero ahora, que es momento de mostrar hechos esperanzadores y positivos (índices o cifras que posicionan a ciertos países de África entre los mejores del mundo y superando a Chile), ya no hay tanta cobertura.

Como siempre, África termina siendo un continente del cual llegan pocas buenas noticias y muchas de las malas. Y, aunque muchos no lo crean, de las primeras hay muchas, solo que parecen ser invisibles en el lejano Chile.

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Indicadores sociales del Cuerno de África

Fecha 15/06/2017 por Raimundo Gregoire Delaunoy

Conocida por ser una de las regiones del mundo con más conflictos, es una de las zonas más relevantes dada su ubicación geográfica. Es así que se convierte en un paso comercial que une Asia con Europa, pero también es el lugar de enfrentamientos geopolíticos entre diversos actores regionales y mundiales.

Más allá de lo anterior, es necesario conocer, a grandes rasgos, cuáles son los principales datos de esta región, la cual tiene a países tan diferentes como Djibouti, Eritrea, Etiopía, Kenya, Sudán y Sudán del Sur. Además, se deben sumar Puntland y Somaliland, entidades territoriales pertenecientes a Somalía, pero que funcionan como territorios autónomos.

Producto Interno Bruto
(Fuente: FMI)

Producto Interno Bruto | Variación porcentual
(Fuente: FMI)

Otros indicadores socioeconómicos
(FMI)

Indicadores de diversa índole

GSIGlobal Slavery Index 2018
FW Freedom in the World 2019
FoPFreedom of Press 2019 (RSF)
GGRGlobal Gender Gap Report 2018
DIDemocracy Index The Economist 2018
CRIGlobal Climate Risk Index 2019
GPIGlobal Peace Index 2018
CPICorruption Perceptions Index 2018 – Transparency International
GTIGlobal Terrorism Index 2018
GRRGlobal Risk Report 2019 – World Economic Forum
WRIWorld Risk Index 2018
GCIGlobal Competitiveness Index 2018 – World Economic Forum
FSIFragile States Index 2018
IDHÍndice de Desarrollo Humano
PIBpcProducto Interno Bruto per cápita
DESDesempleo
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El último negus, una muerte invisible para Chile

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El último negus, una muerte invisible para Chile

Fecha 22/08/2012 por Raimundo Gregoire Delaunoy

Los rumores sobre el “crítico estado” de su salud llegaron a su fin la madrugada de ayer. Ya no fue posible desmentir un hecho demasiado evidente y así fue que el gobierno de Etiopía anunció el fallecimiento de Meles Zenawi, primer ministro y una especie de neo negus.

Raimundo Gregoire Delaunoy | 22 de agosto, 2012

Con 57 años, entró en la lista de los millones de etíopes que mueren antes de llegar a la famosa Tercera Edad, demostrando que la calidad de vida de quienes nacen y viven en Etiopía sigue siendo muy feble y aleatoria.

A Meles Zenawi se le recordará por dos de sus principales caras, es decir, la del autoritario, por no decir dictatorial semblante, y la del desarrollo de la infraestructura y la Economía del país.

En 1974, siendo aún un joven estudiante de Medicina, apoyó el golpe de estado realizado por Mengistu Haile Mariam,  pero con el tiempo se convirtió en un ícono de la oposición y la guerrilla que luchó contra  uno de los terribles dictadores que azotaron África y el mundo en plena Guerra Fría.

En algo muy simbólico, Zenawi promovió la unión entre el Movimiento Democrático del Pueblo Etíope (MDPE) y el Frente Popular de la Liberación del Tigré (FPLT), lo cual fue clave en la cohesión del movimiento guerrillero en Etiopía.  Mientras el MDPE era el representante de la población ahmara – segundo grupo etnolingüístico mayoritario en el país-, el FPLT representaba la zona del Tigré o Tigray, una región separatista y perteneciente a una variable etno-lingüística minoritaria.

Esto permitió que en 1991 se pusiera fin, lucha armada mediante, a la dictadura de Mengistu Haile Mariam –cuya represión dejó entre 40.000 y 200.000 muertos, según estimaciones- y que Zenawi quedase al mando del país como presidente de transitorio.
Con el tiempo, su dominio sería legitimado y legalizado. En 1995 sería nombrado primer ministro de la República

Democrática Federal de Etiopía, con lo cual se iniciaría el camino post transición y, en paralelo, su eterno gobierno, que, en total, sumaría 21 años.

Hoy, el legado de Meles Zenawi deja dos mochilas. Una, en la cual aparecen la estrecha relación con Estados Unidos, el trabajo común con el Fondo Monetario Internacional, los progresos en infraestructura y el desarrollo y crecimiento de la Economía nacional.

En la otra, pueden apreciarse su dictadura, la supresión de la libertad de prensa –fue considerado uno de los “depredadores” de medios- y un agridulce equilibrio interno y regional en el Cuerno de África.

Meles Zenawi no significó una ruptura con el tradicional sistema de gobierno del histórico Imperio o Reino de Etiopía, pues, en la práctica, mantuvo casi el mismo formato -un fuerte autoritarismo- sobre el cual basaban su poder los llamados “negus”, es decir, emperador o “rey de reyes”.

Por eso, con el fallecimiento de Zenawi, Etiopía enfrentará el desafío de construir una democracia que vaya más allá de la teoría y que en la práctica pueda llevarse a cabo en forma pacífica y organizada.

Y es aquí donde aparecen las dudas, pues, como ha sucedido con otros dictadores (Ejemplo: Saddam Hussein en Iraq y Muammar Al Gaddafi en Libia), el equilibrio étnico descansaba sobre un brazo de fierro. Entonces, es momento de preguntarse si los nuevos liderazgos serán capaces de lidiar con las distintas etnias, religiones y regiones del país.

Hablar de la “nueva Yugoslavia” parece ser un juicio apresurado y poco criterioso, pero es un escenario que tampoco debe descartarse del todo. Eritrea ya se independizó, vía referéndum, en 1993, dejando a Etiopía sin salida al mar.

Entonces, habrá que ver con especial atención lo que pueda ocurrir con Oromo, Tigré u Ogadén, históricos bastiones del separatismo etíope. Al mismo tiempo, será interesante analizar el rol que puedan tener los amharas, que han sido los tradicionales dueños del poder.

Pero la inestabilidad también podría llegar desde los países vecinos. Etiopía fue un fiel aliado de Estados Unidos en su lucha contra el terrorismo y, de hecho, las fuerzas etíopes ingresaron en dos oportunidades a territorio somalí, para así luchar contra Al Shabaab.

Gracias a la intervención de uno de los mejores (si es que no es el mejor) ejércitos africanos, los islamistas radicales de Al Shabaab –que además están ligados a Al Qaeda y, según se dice, también a Boko Haram de Nigeria y, eventualmente, Ansar Dine de Malí-  perdieron el control de Mogadishu, la capital de Somalía.

Y no sólo eso, pues Etiopía formaba parte del tejido que agrupaba a los gobiernos de Kenya, Djibouti y al reciente Sudán del Sur en su oposición al tridente Sudán – Eritrea – milicias islamistas somalíes.

Etiopía es un gigante africano y, como tal, tiene un especial rol en su región, que es el inestable y dañado Cuerno de África. Por eso, lo que ocurra en la nueva Etiopía, no sólo deberá ser analizada desde el prisma del equilibrio y el orden interno, sino que también pensando en cómo trabajar para darle paz y estabilidad a la zona adyacente.

Un fracaso en estas tareas significará que los más de 100 millones de habitantes del Cuerno de África seguirán azotados por sequías, hambrunas, guerras civiles y regionales, enfermedades y el egoísmo de quienes buscan tomar el poder antes de pensar en quienes diariamente sufren.

Lamentablemente, esto pasó, pasa y pasará desapercibido en Chile.

 

Raimundo Gregoire Delaunoy
@Ratopado
raimundo.gregoire@periodismointernacional.cl
Fotografía: Licencia Creative Commons

 

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mahmoud_ahmed

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Mahmoud Ahmed, un sabio comediante

Fecha 7/09/2007 por Raimundo Gregoire Delaunoy

Retumban los ecos distantes de un navegante empedernido. Es el dulce ritmo del manantial africano, anclado en el cuerno, frente al Mar Rojo. Se trata de Mahmoud Ahmed, un revolucionario censurado, el pastor de los errantes. Un troglodita para Mengistu Haile Mariam.

Con sus letras, libres de violencia, llenas de autenticidad y estampadas bajo el estruendoso reino del León de Judea, entonces supo dar alguna alegría a un pueblo agónico, herido a muerte. Mientras, en 1986 el mundo entero se juntaba en pos de la famélica meseta etíope, azotada por la hambruna y devastadora sequía de sus campos.

En tanto, el régimen de Mengistu seguía cosechando más víctimas y continuaba menguando las energías del alicaído pueblo camita, mas su espíritu jamás decayó. Y si esto aconteció, se debió en gran parte al carisma de un hombre que jamás claudicó, que soportó con grandeza el peso de la censura y que nunca dejó de soñar con una Etiopía libre, en la cual el Rift Valley, el Lago Tana, el pico Ras Dashan, la depresión de Danakil y el Lago Turkana acogieran a los eternos caminantes del cuerno africano.

Y así llegamos a un 2003, con Girma Wolde-Giyorgis como jefe de estado, la sensible Eritrea como territorio independiente y el estancamiento, como fiel reflejo de una de las economías más pobres del mundo.

Curioso, pero la cuna de nuestra civilización no encuentra su rumbo, -ante la visión occidental-, mientras muchas voces siguen persiguiendo a los miles de admiradores del imperio del Negus o la enigmática Reina de Saaba.

Así es Etiopía, tierra fértil, trampolín cultural y sombra de un mejor mañana. Y entre tanta nostalgia aparece la figura abismante de Mahmoud Ahmed, un cantante como pocos.

Mahmoud Ahmed, bastión de los mortales.

Algunas de sus canciones:

Yegeter Loga

Tew Limed Gelaye

Amalele

 

Raimundo Gregoire Delaunoy
raimundo.gregoire@periodismointernacional.cl
@Ratopado

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